Motivación de entrada
La riqueza del cristiano es la palabra de Dios. Es ella la que ilumina y da sentido a todo. En esta eucaristía nos disponemos a escucharla con la humildad y la sencillez del discípulo de Jesús.
Acto penitencial
Pedimos perdón por las veces que no hemos agradecido de verdad la palabra de Dios, que se nos da en tanta abundancia; por las veces que la hemos desoído, engañando nuestra conciencia; por no haberla anunciado y compartido.
LECTURAS CICLO C
Primera lectura: Deuteronomio 30, 9-14.
El mandamiento de Dios está muy cerca de nosotros, no hay que buscarlo lejos: está en nuestros labios y en nuestro corazón para que podamos cumplirlo.
Segunda lectura: Colosenses 1, 15-20.
Pablo nos regala un extraordinario himno cristológico: Cristo Jesús es imagen visible de Dios, cabeza de la Iglesia, el primer resucitado, pacificador del universo entero.
Evangelio: Lucas 10, 25-37.
Leemos hoy una de las páginas más conmovedoras, más cuestionadoras, más inspiradoras y comprometedoras del evangelio: la parábola del samaritano. Cada uno de nosotros debe hacerse prójimo –cercano– de los hermanos, especialmente de los más necesitados.
Oración de los fieles
Presentación de las ofrendas
Los dones, de la Iglesia orante, los ponemos hoy sobre el altar, para que, consagrados, promuevan la santificación del cristiano.
Comunión
El mejor comentario nos lo ofrece san Juan: “Quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él”.
Despedida
Salimos de la eucaristía reconfortados con el cuerpo de Cristo y con la palabra salvadora; y asumimos el compromiso de ser mensajeros y testigos de Jesús ante la gente.