Jesús ordenó a un muerto: ¡Levántate! El difunto se incorporó y comenzó a hablar. Nadie le había pedido ese milagro. Fue fruto de su mirada cariñosa a una madre viuda que quedaba, en este mundo, en una penosa situación.
Imaginemos hoy, con tanta gente en busca de sanaciones, un religioso, de cualquier rito, que simule milagros de este calibre… Arrasa a nivel mundial. Bien nos cabe una definición de Jesús de la sociedad de su tiempo: “generación incrédula”. No obstante nos vemos tan necesitados de magia y profecías apocalípticas.
No creo que lleguen los tres días de tinieblas, pero, por las dudas, me compro las velas benditas… y pido en la parroquia un litro de agua bendita.
No creo que el santo o la santa me castiguen si no paro en su santuario… pero, por las dudas, paro y dejo mi ofrenda… No creo que otros tengan poder para hacerme el mal, pero, por las dudas, que no falten agua debajo de la cama, velas, oraciones y aceites para alejar todo daño… No creo en las cadenas de milagros y amenazas, pero, por las dudas, las difundo… Qué difícil es creer en un solo Dios. Creemos, pero por las dudas le ponemos también una ficha a las otras creencias.
El evangelio nos muestra, en muchas ocasiones, que la fe es la que obra milagros, y que los milagros no hacen la fe. A Jesús lo veían realizar milagros, pero no creían y lo liquidaron porque molestaba.
También hoy lo que molesta no son los milagros, las apariciones, las visiones… Molesta una fe centrada en el Señor Jesús resucitado y presente en este mundo en nuestros hermanos, a quienes tenemos que tratar como a él mismo. Sobre esto nos juzgará, y no si hemos creído en otras cosas.
P. Aderico Dolzani, ssp.
Participar en la eucaristía es encontrarse con el manantial de la vida que brota del amor de Dios. Entremos en esta celebración con el anhelo de acoger este don, que Jesucristo nos quiere conceder, con su gracia vivificante y renovadora. Dios no nos ha creado para la muerte sino para la vida, esto es que lo celebramos en cada eucaristía.
Dios es el Dios de la vida no de la muerte. Elías lo invoca; y el niño muerto revive y el profeta lo devuelve a su madre: ¡Mujer, tu hijo vive!
Lectura del primer libro de los Reyes. En aquellos días, cayó enfermo el hijo de la viuda que había socorrido al profeta Elías, y su enfermedad se agravó tanto que no, quedó en él aliento de vida. Entonces la mujer dijo a Elías: «¿Qué tengo que ver yo contigo, hombre de Dios? ¡Has venido a mi casa para recordar mi culpa y hacer morir a mi hijo! » «Dame a tu hijo», respondió Elías. Luego lo tomó del regazo de su madre, lo subió a la habitación; alta donde se alojaba y lo acostó sobre su lecho. E invocó al Señor, diciendo: «Señor, Dios mío, ¿también a esta viuda que me ha dado albergue la vas a afligir, haciendo morir a su hijo?» Después se tendió tres veces sobre el niño, invocó al Señor y dijo: «¡Señor, Dios mío, que vuelva la vida a este niño!» El Señor escuchó el clamor de Elías: el aliento vital volvió al niño, y éste revivió. Elías tomó al niño, lo bajó de la habitación alta de la casa y se lo entregó a su madre. Luego dijo: «Mira, tu hijo vive». La mujer dijo entonces a Elías: «Ahora sí reconozco que tú eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor está verdaderamente en tu boca».
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste.
Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R.
Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.
«Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor». Tú convertiste mi lamento en júbilo: ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R.
Pablo afirma haber recibido directamente el evangelio de parte de Dios; y que Dios lo ha escogido desde el seno materno, lo ha llamado y enviado a evangelizar.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia. Quiero que sepan, hermanos, que la Buena Noticia que les prediqué no es cosa de los hombres, porque yo no la recibí ni aprendí de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. Seguramente ustedes oyeron hablar de mi conducta anterior en el Judaísmo: cómo perseguía con furor a la Iglesia de Dios y la arrasaba, y cómo aventajaba en el Judaísmo a muchos compatriotas de mi edad, en mi exceso de celo por las tradiciones paternas. Pero cuando Dios, que me eligió desde el vientre de mi madre y me llamó por medio de su gracia, se complació en revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos, de inmediato, sin consultar a ningún hombre y sin subir a Jerusalén para ver a los que eran Apóstoles antes que yo, me fui a Arabia y después regresé a Damasco. Tres años más tarde, fui desde allí a Jerusalén para visitar a Pedro, y estuve con él quince días. No vi a ningún otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el hermano del Señor.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluya. Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo. Aleluya.
En Jesús, Dios ha visitado a su pueblo y lo manifiesta en el extraordinario milagro de Naím.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores». Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, Yo te lo ordeno, levántate». El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo». El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Al contemplar a Cristo sintiendo compasión por una viuda que iba de camino a enterrar a su hijo muerto, y luego devolviéndole la vida ¿Cómo vivimos nosotros la experiencia del dolor, de la enfermedad y la muerte? ¿Con temor, desesperanza o confiados en Cristo? ¿Estamos cerca de los que sufren, tendemos la mano como Cristo? ¿Somos signos de resurrección?
M. Con fe firme, como Jesús le indica a la madre del niño muerto, dirijamos al Padre de los cielos nuestras peticiones por la Iglesia y por el mundo entero.
1.- Por el papa Francisco para que el Espíritu Santo lo ilumine y fortalezca en su misión de conducirnos y confirmarnos en la fe en Jesucristo.
R. Te, rogamos, óyenos.
2.- Por los que gobiernan, para que promuevan y desarrollen una cultura que defienda la vida en todas las circunstancias y momentos. R.
3.- Por los que sufren, especialmente a causa de enfermedades, para que experimenten en su dolor la cercanía de Jesucristo y sus discípulos. R.
4.-Por los que participamos en esta eucaristía, para que nos dejemos llenar de la vida de Dios que aquí recibimos y la comuniquemos a los demás. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Recibe, Padre, nuestras peticiones, y haz que la certeza de ser escuchados sea motivo de gratitud y alabanza por tu generosidad. Por Cristo, nuestro Señor.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. Al Padre, que en Cristo nos manifiesta su amor vivificador, alabemos diciendo:
R. Bendito seas Padre, Dios de la vida.
1.- Dios, nuestro Padre, te bendecimos por Jesús, tu Hijo, que ha venido en tu nombre para conducirnos a la vida plena. R.
2.- Dios, nuestro Padre, te bendecimos por Jesús, tu Hijo, en él tiendes la mano a todo aquel que te necesita. R.
3.- Dios, nuestro Padre, te bendecimos por Jesús, tú Hijo, en él nos has levantado de nuestro pecado y nos has hecho renacer a una vida nueva. R.
R. Con todos los que han nacido a la vida nueva en las aguas del bautismo, oremos diciendo: Padre nuestro…
Canta, Iglesia/ Juntos nos acercamos/ Luz entre los hombres/ Perder la vida/ Santa María del camino.