Es complicado situarse ante las renuncias que nos presenta el evangelio de hoy, porque toda renuncia implica una decisión y una ruptura, y las decisiones que contienen rupturas siempre tienen algún aspecto doloroso.
Lo que da sentido a una renuncia es la búsqueda de un bien mayor, de no ser así, la renuncia se vuelve una negación inútil y dañina; en segundo lugar, las renuncias que Jesús pide son una elección que están llamados a hacer sus discípulos y que exprese una preferencia absoluta por el Reino de Dios.
El Señor Jesús no quiere discípulos que viven en una ingenuidad irresponsable, sabe que esos no perseveran; son flor de un día que, pasada la emoción del entusiasmo inicial, no permanecen.
Primera renuncia: la familia. Nos parece duro que Jesucristo diga que no podemos ser sus discípulos si no posponemos la familia. ¿Acaso el padre, la madre, el esposo o esposa, los hijos, los hermanos, no son los prójimos más próximos que amamos y estamos llamados a amar cada día más?
Estos vínculos de amor fundamentales –habitualmente– no serán incompatibles con el seguimiento de Jesús, y serán uno de los caminos privilegiados para vivir la vida cristiana; de ahí que la Iglesia se ocupe tanto de la familia y la considere una “Iglesia doméstica”. La familia es un regalo de Dios –y de los más grandes–, pero la familia no es Dios.
Segunda renuncia: a sí mismo. Nos dice el Señor Jesús que quien no toma su propia cruz no puede ser su discípulo. Nos habla de una renuncia a la propia vida. El discípulo no puede vivir desde sí mismo, desde sus necesidades y carencias que busca satisfacer, sino desde la entrega amorosa a Otro. El “yo” no es Dios.
Tercera renuncia: a los bienes de este mundo. Nos dice el Señor Jesús que no puede ser su discípulo quien no renuncia a todos sus bienes materiales. ¡Qué lejos está Jesucristo de los proyectos de éxito mundano y buen pasar! Nos dice “¡cuidado!”, los bienes no son Dios, no son lo primero ni lo más importante. El materialismo que invade la vida de muchos es un gran obstáculo para que aprendan a ser felices.
El Señor Jesús nos invita a una revisión de nuestra escala de valores. Es una revisión que debe ser muy concreta y práctica: ¿a qué le damos importancia en nuestra vida?
CONALI
El Señor Jesús nos reúne como una asamblea convocada en torno a su Mesa. Dispongámonos para vivir esta celebración como acogida al Señor Jesús que viene a ocupar en nuestra vida el primer lugar, y desde allí dar a cada cosa su sentido y su valor.
La lectura del libro de la Sabiduría nos habla de la grandeza de los planes de Dios y de lo mucho que necesitamos su sabiduría para conocer su voluntad y seguirla.
Lectura del libro de la Sabiduría. ¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios o hacerse una idea de lo que quiere el Señor? Los pensamientos de los mortales son indecisos y sus reflexiones, precarias, porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma y esta morada de arcilla oprime a la mente con muchas preocupaciones. Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra, y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con esfuerzo; pero ¿quién ha explorado lo que está en el cielo? ¿Y quién habría conocido tu voluntad si Tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu? Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra, así aprendieron los hombres lo que te agrada y, por la Sabiduría, fueron salvados.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. ¡Señor, Tú has sido nuestro refugio!
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, con sólo decirles: «Vuelvan, seres humanos». Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche. R.
Tú los arrebatas, y son como un sueño, como la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita. R.
Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo…? Ten compasión de tus servidores. R.
Sácianos en seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos. R.
La breve lectura de la Carta a Filemón nos anuncia la verdadera fraternidad que estamos llamados a vivir entre todos los creyentes en el Señor Jesús.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a Filemón. Querido hermano: Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa de Cristo Jesús, te suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la prisión. Te lo envío como si fuera una parte de mi mismo ser. Con gusto lo hubiera retenido a mi lado, para que me sirviera en tu nombre mientras estoy prisionero a causa del Evangelio. Pero no he querido realizar nada sin tu consentimiento, para que el beneficio que me haces no sea forzado, sino voluntario. Tal vez, él se apartó de ti por un instante, a fin de que lo recuperes para siempre, no ya como un esclavo, sino como algo mucho mejor, como un hermano querido. Si es tan querido para mí, cuánto más lo será para ti, que estás unido a él por lazos humanos y en el Señor. Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo como a mí mismo.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluia. Que brille sobre mí la luz de tu rostro, y enséñame tus preceptos. Aleluia.
El evangelio del Señor Jesús nos invita a hacer decisiones fundamentales en nuestra vida, para que sólo Dios ocupe el primer lugar. Dispongámonos a escucharlo con un oído atento y un corazón creyente.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose vuelta, les dijo: Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: “Este comenzó a edificar y no pudo terminar”. ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
¿Qué te sucede, que piensas y sientes, al tomar conciencia que la familia es uno de los mayores regalos de Dios, pero la familia no es Dios? ¿Qué pasos de conversión te sientes llamado a dar para “amar a Dios por sobre todas las cosas”? Pide al Señor Jesús la gracia de que en tu vida Dios sea Dios; es decir, que solamente Dios ocupe el primer lugar, y desde allí todo tenga su sentido y su valor.
M. Con la confianza que nos regala el Padre que nos hace sus hijos, presentemos nuestra oración.
1.- Por la Iglesia del mundo entero, para que demos un testimonio creíble de que Jesucristo es nuestro único Señor y nuestro único Maestro. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor, te rogamos.
2.- Por el papa Francisco, por nuestro obispo N., y por todos los pastores y ministros de la Iglesia, para que puedan seguir eligiendo al Señor Jesús como el mayor bien de sus vidas. R.
3.- Por todos los que tienen autoridad en nuestro país, para que busquen siempre el respeto a la libertad religiosa. R.
4.- Por todos los que sufren en su cuerpo o en su espíritu, por los enfermos y los que padecen injusticias, para que sientan cercano el consuelo del Señor y la solidaridad de los cristianos. R.
5.- Por nuestra comunidad de N., para que seamos cada vez más una comunidad de hombres y mujeres que crecen en la libertad de los hijos de Dios y la anuncian a los demás. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Dios todopoderoso y eterno, te pedimos que inclines el oído de tu corazón a nuestras oraciones y súplicas, y atiendas con bondad lo que humildemente te pedimos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. Padre, en el Señor Jesús te has manifestado como el Padre de todos los hombres y mujeres, nos has permitido conocer algo de tu grandeza y ser tocados por tu amor siempre misericordioso. Tú nos invitas a que te elijamos siempre como nuestro único Señor, por eso hoy te decimos:
R. ¡Creemos en ti y aumenta nuestra fe!
1.- Porque tú eres el Señor y Creador de todo el universo. R.
2.- Porque en el Señor Jesús vienes a nuestro encuentro y eres compasivo con los pobres y los pecadores. R.
3.- Porque nos llamas a ser tus testigos en nuestra vida de cada día, amándote por sobre todas las cosas. R.
M. Padre bueno, tú nos conoces con amor y nos llamas a vivir como hijos confiados en tu amor, por eso con confianza y unidos al Señor Jesús te decimos: Padre nuestro…
Caminando juntos/ Un niño se te acercó/ Perder la vida/ Madre de los pobres.