Este Segundo Domingo de Pascua tiene muchos nombres: Domingo en la Octava de Pascua, Cuasimodo, Domingo de Tomás, Domingo de la Divina Misericordia. Todos y cada uno de estos nombres nos manifiestan la riqueza de este día y la alegría con que debiéramos vivir esta celebración. El Misal Romano lo nombra sencillamente como Segundo Domingo de Pascua, lo que lo pone en inmediata referencia al Misterio Pascual de Cristo, que hace ocho días hemos celebrado. Estos primeros ocho días de Pascua son, en palabras de los Padres de la Iglesia, como si fueran el mismo día de Pascua, por eso es llamado también Domingo en la Octava de Pascua. En Chile, desde los tiempos de la colonia, es un día muy festivo, ya que siguiendo el mandamiento de la Iglesia que pide comulgar al menos una vez al año, por Pascua, la comunión pascual que es llevada a los enfermos que no pudieron asistir a la celebración del Domingo de Resurrección, es acompañada con gran colorido y alegría por muchos fieles, tomando el nombre del canto de entrada propio de este día: Quasimodo geniti infantes (Al modo de los niños recién nacidos), texto de la segunda carta de san Pedro. Se le llama también Domingo de Tomás, por el evangelio que se lee en este día, en el que el apóstol Tomás, después de haber dudado de la Resurrección, cree al ver al Señor y poner sus manos en sus llagas. El Beato Juan Pablo II quiso también dedicar este Domingo a la Divina Misericordia, nombre con el que actualmente es conocido también este día. Todos estos nombres son importantes, ellos nos hacen revivir la alegría de saber que el Señor está vivo, nos mueven a decir con santo Tomás: “Señor mío y Dios mío”, y nos impulsan a anunciar la resurrección de Cristo a todos nuestros hermanos.
CONALI
La Pascua del Señor nos convoca cada domingo. Celebramos su victoria sobre el pecado y la muerte. Hoy, esta fuerza de la Resurrección es más cercana. Si Cristo no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe. Por eso, nos congregamos como Iglesia para proclamar públicamente que Cristo es Dios y Señor. Celebremos con alegría este día del triunfo del Señor.
El Señor ha resucitado. Este es el tema central de todas las lecturas de este tiempo pascual. Ha resucitado, y se ha aparecido a sus discípulos, los cuales nos han transmitido esta experiencia vital. Las visiones de san Juan relatadas en el libro del Apocalipsis, así como los milagros obrados por los Apóstoles, tienen su fuente en esta verdad de nuestra fe: Cristo ha resucitado. Escuchemos estas lecturas con una sólida fe en la resurrección.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles. Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles, aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos. Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres. Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban sanados.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! Que lo diga la familia de Aarón: ¡es eterno su amor! Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor! R.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él. R.
Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor: el Señor es Dios, y Él nos ilumina. R.
Lectura del libro del Apocalipsis. Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba en la isla de Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús. El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte como una trompeta, que decía: «Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete iglesias que están en Asia».Me di vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba, y vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre, revestido de una larga túnica que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro. Al ver esto, caí a sus pies, como muerto, pero él, tocándome con su mano derecha, me dijo: «No temas: Yo soy el Primero y el último, el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo. Escribe lo que has visto, lo que sucede ahora y lo que sucederá en el futuro».
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aclamación al Evangelio
Aleluya. «Ahora crees, Tomás, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!», dice el Señor. Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan». Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!» Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré». Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: « ¡La paz esté con ustedes! » Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe». Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!» Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Hemos recibido el don de la fe, pero ¿hemos sabido cultivarlo y hacerlo crecer? Si el Señor se nos presentara hoy, resucitado, ¿podríamos reconocerlo como nuestro Señor y nuestro Dios? Si se nos presentara en el hermano, en la voz de la Iglesia, en el pobre, ¿tendríamos la fe para introducir nuestra mano hasta el fondo de sus llagas y ser uno con ellos?
M. Como Iglesia viva que brota del costado abierto de Cristo, presentemos ahora nuestra oración al Señor.
1.- Por la Iglesia, para que nunca cese de proclamar la victoria de Cristo sobre la muerte a todas las naciones. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor, te rogamos.
2.- Por los que gobiernan las naciones, para que promuevan siempre la paz y la concordia entre todos los pueblos. Roguemos al Señor. R.
3.- Por todos los enfermos, ancianos y encarcelados, y por quienes no han podido celebrar la Pascua del Señor, para que se vean consolados y fortalecidos por la comunión pascual que hoy les es llevada. Roguemos al Señor. R.
4.- Por los cuasimodistas, para que se puedan ver fortalecidos en su amor por la eucaristía, que hoy acompañan en forma festiva. Roguemos al Señor. R.
5.- Por nuestra comunidad, para que afianzada por los lazos de la caridad, pueda testimoniar con sus obras la Resurrección de Cristo. Roguemos al Señor. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Dios nuestro, que conoces la vida de los aquí presentes y sabes que estamos sujetos a muchas necesidades. Escucha las peticiones de los que te suplicamos y atiende los deseos de nuestros corazones creyentes. Por Jesucristo nuestro Señor.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. A ti, Señor Jesucristo, que nos has mostrado tus llagas glorificadas y nos has invitado a creer en ti, te alabamos en este día.
R. Bendito seas, Señor, Rey de la paz.
1.- Porque has querido que la Buena Nueva de tu victoria sobre la muerte fuera anunciada a todos los pueblos y a todas las naciones. R.
2.- Porque nos visitas con el don de tu paz y nos permites vivir en la esperanza de tu regreso glorioso. R.
3.- Porque afianzas en nuestra comunidad los lazos de la caridad y nos das fuerzas para proclamar tu resurrección a los que nos rodean. R.
M. Te damos gracias, Señor, por tu Resurrección de entre los muertos y, con la misma oración que tú nos enseñaste, te pedimos que venga pronto tu Reino: Padre nuestro…
El Señor resucitó, aleluya/ Pan en todas las mesas/ Resucitó/ Reina del Cielo.