Domingo 15
4º de Cuaresma. Morado.
No se dice Gloria. Credo. Prefacio de Cuaresma.
En esta Misa puede usarse el color morado o el rosado, y pueden emplearse instrumentos musicales y adornar el altar con flores.
Las luces y las tinieblas de la vida
El evangelio de hoy es el discurso final del encuentro del Señor con Nicodemo. Este fariseo fue de noche para reunirse con el maestro. Temía que lo vieran. Jesús le habló de la luz y del nacer de nuevo, porque este hombre necesitaba salir de las sombras que prefería para esconderse y de sus tinieblas interiores que le impedían reconocer al Mesías.
Todo comenzó con un diálogo entre los dos y acabó con una enseñanza para todos. El fariseo ni se despidió, simplemente, desapareció. En su lugar estamos todos nosotros.
Vivimos con muchas tinieblas a nuestro alrededor y dentro de nosotros. Nos sentimos superados por el mal cuando lo vemos tan cerca y nos duele. Padecemos la injusticia sobre la piel al contemplar tanta exclusión social y violencia en las calles, tanta corrupción organizada, egoísmo e indiferencia en los seres humanos. Notamos cómo el mal se ensaña y naciones enteras son llevadas a la guerra.
Vemos el mal al mirar en nuestro interior: junto a momentos de gracia hay otros de debilidad, de una vida cristiana rutinaria y hasta de pecado.
Podemos atravesar períodos en los que nuestra comunidad cristiana no nos reconforta, la Iglesia es afectada por escándalos y por falta de testimonio. Es ahí cuando debemos levantar los ojos y confiar en el único que nos puede salvar, porque no vino a este mundo para condenar y lamentar el mal, sino para salvarnos a todos.
Pero levantar los ojos para mirar el mundo, con los ojos de Dios, no nace de una capacidad intelectual o del estudio; es una gracia que podemos recibir sin merecerla.
Cuando vemos el mal, nos lamentamos, protestamos y hasta nos rebelamos. Cuando Dios ve el mal, lo quiere cambiar por lo único que lo puede vencer: el amor. Porque vino a este mundo no para juzgarlo, sino para salvarlo. Hoy nos pide que hagamos lo mismo.
“Dios no envió a su hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3, 17).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: El simbolismo de la luz llena la liturgia de hoy. Es un apremiante llamado a ser luz en un ambiente contaminado por falsas doctrinas que desvían a la gente del camino de Dios.
1ª LECTURA 2Crón 36, 14-16. 19-23
Guía: Esta lectura nos anuncia que la infidelidad al plan de Dios siempre trae la muerte para el hombre. Sin embargo, Dios cumple su promesa y siempre perdona.
Lectura del segundo libro de las Crónicas.
Todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando todas las abominaciones de los paganos, y contaminaron el Templo que el Señor se había consagrado en Jerusalén. El Señor, el Dios de sus padres, les llamó la atención constantemente por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, despreciaban sus palabras y ponían en ridículo a sus profetas, hasta que la ira del Señor contra su pueblo subió a tal punto, que ya no hubo más remedio. Los caldeos quemaron la Casa de Dios, demolieron las murallas de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Nabucodonosor deportó a Babilonia a los que habían escapado de la espada, y éstos se convirtieron en esclavos del rey y de sus hijos hasta el advenimiento del reino persa. Así se cumplió la palabra del Señor, pronunciada por Jeremías: “La tierra descansó durante todo el tiempo de la desolación, hasta pagar la deuda de todos sus sábados, hasta que se cumplieron setenta años”. En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, el rey de Persia, y éste mandó proclamar de viva voz y por escrito en todo su reino: “Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios del cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra y Él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, de Judá. Si alguno de ustedes pertenece a ese pueblo, ¡que el Señor, su Dios, lo acompañe y que suba!”. Palabra de Dios.
SALMO Sal 136, 1-6
R. ¡Que no me olvide de ti, ciudad de Dios!
Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos a llorar, acordándonos de Sión. En los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras cítaras. R.
Allí nuestros carceleros nos pedían cantos, y nuestros opresores, alegría: “¡Canten para nosotros un canto de Sión!” R.
¿Cómo podríamos cantar un canto del Señor en tierra extranjera? Si me olvidara de ti, Jerusalén, que se paralice mi mano derecha. R.
Que la lengua se me pegue al paladar si no me acordara de ti, si no pusiera a Jerusalén por encima de todas mis alegrías. R.
2ª LECTURA Éf 2, 4-10
Guía: El amor de Dios se nos ha dado gratuitamente y se hace efectivo en nuestra vida mediante el don de la fe.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.
Hermanos: Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo –¡ustedes han sido salvados gratuitamente!– y con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con Él en el cielo. Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe. Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos. Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN Jn 3, 16
Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él tenga Vida eterna.
EVANGELIO Jn 3, 14-21
Guía: Juan evangelista, explica con el binomio luz-tinieblas, la experiencia de abrirse a la fe o cerrarse deliberadamente a ella.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Dijo Jesús: De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios. Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: Con los dones del pan y del vino, frutos de la tierra y del trabajo humano, nos ofrecemos también nosotros por la salvación del mundo.
PREPARACIÓN A LA COMUNIÓN
Guía: La comunión con Cristo nos hace partícipes de su luz.
DESPEDIDA
Guía: A semejanza de Cristo, el cristiano debe también ser portador de su luz, en medio de la incredulidad, y ser manifestada cuando vive coherentemente su vida.