Domingo 4º de Cuaresma. Morado.
Credo. Prefacio de Cuaresma. No se dice Gloria.
En esta Misa puede usarse el color morado o el rosado, y pueden emplearse instrumentos musicales y adornar el altar con flores.
De las tinieblas a la luz
Estamos en Cuaresma, tiempo de preparación para celebrar la Pascua, la muerte y la resurrección del Señor, conmemoración también de nuestro bautismo, por el que fuimos incorporados a Cristo. Ser cristianos es pasar de las tinieblas a la luz, de la ceguera del mundo a la visión cristiana de la vida. Es la propuesta del evangelio de hoy, la curación del ciego de nacimiento.
Un simple hombre, Jesús, que se ha proclamado la luz de este mundo, sorprende a las autoridades judías con un milagro. Un sábado, día sagrado de descanso, él sana a un pobre que pedía limosna en una de las puertas de la ciudad. Al pobre ciego que ahora ve, todos lo interrogan: vecinos, fariseos, jefes del Templo y hasta Jesús cuando se entera de que ha sido expulsado de la sinagoga. Ante la pregunta de Jesús, el ciego llega a ver plenamente, reconoce en Jesús al enviado de Dios y lo adora.
Los fariseos, líderes religiosos de aquel tiempo, que se sienten responsables de conservar la fe y las tradiciones del pueblo elegido, empiezan a dudar: ¿cómo es posible que un hombre que no cumple las leyes religiosas actúe en nombre de Dios? Dar la vista a los ciegos es la profecía que cumplirá el Mesías… ¿cómo es posible?
Por eso, atacan con violencia: primero quieren negar el hecho, después pretenden que aquel hombre afirme, también en contra de la evidencia, que el que lo ha curado es un pecador y, por tanto, no puede actuar en nombre de Dios. Como el hombre se resiste, lo excomulgan, lo declaran fuera del pueblo de Dios y lo marginan.
Hoy no son los fariseos los que nos quieren ocultar la luz de la fe recibida en el bautismo. Pero vivir de acuerdo a lo que creemos puede marginarnos de ciertos círculos de intereses y sociales que prefieren las zonas oscuras de una conducta poco evangélica. Para vivir de acuerdo al evangelio necesariamente hay que ser transparentes.
Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo (Jn 9, 5).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: El simbolismo de la luz llena la liturgia de hoy. Es un apremiante llamado a ser luz en un ambiente contaminado por falsas doctrinas que desvían a la gente.
1ª LECTURA 1Sam 16, 1. 5-7. 10-13
Guía: La elección de David por parte de Dios es un claro signo de que, en la historia de la salvación, la iniciativa es de Dios, pero él quiere nuestra respuesta.
Lectura del primer libro de Samuel:
El Señor dijo a Samuel: «¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey». Samuel fue, purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio. Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: «Seguro que el Señor tiene ante Él a su ungido». Pero el Señor dijo a Samuel: «No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque Yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón». Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: «El Señor no ha elegido a ninguno de éstos». Entonces Samuel preguntó a Jesé: «¿Están aquí todos los muchachos?» Él respondió: «Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño». Samuel dijo a Jesé: «Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí». Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: «Levántate y úngelo, porque es éste. Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 22,1-6
R. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque Tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.
Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.
2ª LECTURA Éf 5, 8-14
Guía: San Pablo, ante la inminente venida de Jesús, nos recuerda nuestra liberación del pecado (tinieblas): “Ahora, dice, ustedes son luz en el Señor; por lo tanto caminen como hijos de la luz”.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.
Hermanos: Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad. Sepan discernir lo que agrada al Señor, y no participen de las obras estériles de las tinieblas; al contrario, pónganlas en evidencia. Es verdad que resulta vergonzoso aun mencionar las cosas que esa gente hace ocultamente. Pero cuando se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz, porque todo lo que se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice: «Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará».
Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN Jn 8, 12
«Yo soy la luz del mundo, el que me sigue tendrá la luz de la Vida», dice el Señor.
EVANGELIO Jn 9, 1-41
Guía: La sanación del ciego de nacimiento nos recuerda que Jesús es la luz del mundo.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?» «Ni él ni sus padres han pecado, -respondió Jesús-; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios. Debemos trabajar en las obras de Aquél que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo».
Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé», que significa «Enviado». El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía.
Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: «¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?» Unos opinaban: «Es el mismo». «No, respondían otros, es uno que se le parece».
Él decía: «Soy realmente yo». Ellos le dijeron: «¿Cómo se te han abierto los ojos?»
Él respondió: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: «Ve a lavarte a Siloé». Yo fui, me lavé y vi». Ellos le preguntaron: «¿Dónde está?» Él respondió: «No lo sé». El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. Él les respondió: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo». Algunos fariseos decían: «Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado».
Otros replicaban: «¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?» Y se produjo una división entre ellos. Entonces dijeron nuevamente al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?» El hombre respondió: «Es un profeta». Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: «¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?» Sus padres respondieron: «Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta».
Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías. Por esta razón dijeron: «Tiene bastante edad, pregúntenle a él».
Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: «Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador». «Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo». Ellos le preguntaron: «¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?»
Él les respondió: «Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?». Ellos lo injuriaron y le dijeron: «¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de dónde es éste».
El hombre les respondió: «Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su voluntad. Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada». Ellos le respondieron: «Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?» Y lo echaron.
Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: «¿Crees en el Hijo del hombre?»
Él respondió: «¿Quién es, Señor, para que crea en Él?» Jesús le dijo: «Tú lo has visto: es el que te está hablando». Entonces él exclamó: «Creo, Señor», y se postró ante Él. Después Jesús agregó:
«He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven». Los fariseos que estaban con Él oyeron esto y le dijeron: «¿Acaso también nosotros somos ciegos?» Jesús les respondió: «Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: “Vemos”, su pecado permanece».
Palabra del Señor.
O bien: Jn 9, 1. 6-9. 13-17. 34-38
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé», que significa «Enviado». El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: «¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?» Unos opinaban: «Es el mismo». «No, respondían otros, es uno que se le parece». Él decía: «Soy realmente yo». El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. Él les respondió: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo». Algunos fariseos decían: «Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?» Y se produjo una división entre ellos. Entonces dijeron nuevamente al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?» El hombre respondió: «Es un profeta». Ellos le respondieron: «Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?» Y lo echaron. Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: «¿Crees en el Hijo del hombre?» Él respondió: «¿Quién es, Señor, para que crea en Él?» Jesús le dijo: «Tú lo has visto: es el que te está hablando». Entonces él exclamó: «Creo, Señor», y se postró ante Él.
Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: Con los dones del pan y del vino, frutos de la tierra y del trabajo humano, nos ofrecemos también nosotros por la salvación del mundo.
PREPARACIÓN A LA COMUNIÓN
Guía: La comunión con Cristo nos haga partícipes de su luz.
DESPEDIDA
Guía: A semejanza de Cristo, también el cristiano debe ser portador de luz, en medio de un ambiente incrédulo y debe manifestarlo con la coherencia de su vida.