SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ (F). Blanco.
Gloria. Credo. Prefacio de Navidad.
1ª LECTURA 1Sam 1, 20-22. 24-28
Lectura del primer libro de Samuel. En aquellos días, Ana concibió, y a su debido tiempo dio a luz un hijo, al que puso el nombre de Samuel, diciendo: «Se lo he pedido al Señor». El marido, Elcaná, subió con toda su familia para ofrecer al Señor el sacrificio anual y cumplir su voto. Pero Ana no subió, porque dijo a su marido: «No iré hasta que el niño deje de mamar. Entonces lo llevaré y él se presentará delante del Señor y se quedará allí para siempre». Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una mediada de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño. Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí. Ella dijo: «Perdón, señor mío, ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor. Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y Él me concedió lo que le pedía. Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a Él: para toda su vida queda cedido al Señor». Después se postraron delante del Señor. Palabra de Dios.
Comentario: Ana, una mujer israelita, da a luz milagrosamente a Samuel y, llena de gratitud y fiel a su promesa, lo consagra a Dios. El hijo de Ana representa un tipo de sacerdote donde se destaca su ministerio profético y su función como juez. Con Samuel se identifica el paso del régimen tribal a la monarquía.
SALMO Sal 83, 2-3. 5-6. 9-10
R. ¡Señor, felices los que habitan en tu Casa!
¡Qué amable es tu Morada, Señor del Universo! Mi alma se consume de deseos por los atrios del Señor; mi corazón y mi carne claman ansiosos por el Dios viviente. R.
¡Felices los que habitan en tu Casa y te alaban sin cesar! ¡Felices los que encuentran su fuerza en ti, al emprender la peregrinación! R.
Señor del universo, oye mi plegaria, escucha, Dios de Jacob; protege, Dios, a nuestro Escudo y mira el rostro de tu Ungido. R.
2ª LECTURA 1Jn 3, 1-2. 21-24
Lectura de la primera carta de san Juan. Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es. Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza, y Él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Su mandamiento es éste: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como Él nos ordenó. El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que Él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado. Palabra de Dios.
Comentario: Somos hijos de Dios y él nos ama más que a nadie. Esta es la razón por la cual debemos amarnos y sentirnos hermanos. Lo opuesto al mandamiento del amor es el odio, que es la plena contradicción a lo que Dios quiere. Quien odia se halla privado de la vida de Dios y hace estéril cualquier acción eficaz ante la necesidad ajena.