Domingo 28° durante el año
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Motivación de entrada
Dios nos llama todos los días a la santidad y lo hace en forma apremiante: ¡Sed santos como yo soy santo! En la eucaristía tenemos el lugar apto para verificar si vamos por ese camino, y enmendar rumbos a la luz de la palabra de Dios.
Acto penitencial
Con humildad nos ponemos ante el Padre Dios, y mientras le confesamos nuestras culpas, le suplicamos: “Si llevas cuenta, Señor, de nuestros delitos, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón…“ (Salmo 129, 3-4).
Lecturas bíblicas
Primera Lectura: Sabiduría 7, 7-11.
La sabiduría es un don de Dios: ninguna riqueza la iguala y es fuente de todos los bienes que tenemos.
Segunda lectura: Hebreos 4, 12-13.
La palabra de Dios es más aguda y penetrante que una espada de dos filos: hiere y sana; reprende y consuela.
Evangelio: Marcos 10, 17-30 (o bien: 10, 17-27).
Jesús responde al joven rico que, para seguirlo, debe desprenderse de todos sus bienes y compartirlos con los pobres. Sólo así podrá ser su discípulo.
Oración de los fieles
Presentación de las ofrendas
El Señor nos invita al banquete de la vida, con los dones del pan y del vino; nosotros aportamos nuestros trabajos, sufrimientos y alegrías. Hagámoslo con generosidad y entrega.
Comunión
Dios Padre nos alimenta con el cuerpo y la sangre de su Hijo, le pedimos poder comunicar su misma vida divina.
Despedida
El cristiano, alimentado por el mismo Cristo, está obligado a ser signo de la santidad de Dios, no con grandes obras, sino en las pequeñas cosas de la vida diaria. Eso nos hace testigos creíbles.