Muchas veces escuchamos la frase “no soy de esos que van a la iglesia a golpearse el pecho”, y la hemos escuchado tantas veces, que, seguramente, hemos creído que golpearse el pecho es algo vacío o incluso hipócrita. Pocas veces nos hemos puesto a pensar de dónde viene este gesto. La respuesta la tenemos en el evangelio de hoy. Dos personajes aparecen en él, uno lleno de sí, orgulloso, que ora de pie, y el otro humilde, callado, arrepentido. Y no es el hipócrita el que se golpea el pecho, sino el humilde y arrepentido.
Orar no es sólo pensar en Dios o decirle bonitas palabras. Se ora también con los gestos corporales: el estar de rodillas, el caminar en una peregrinación, el ponerse de pie, el alzar los brazos o el bajar los ojos sin atreverse siquiera a mirar al cielo. Todos estos gestos de la oración, no son sólo un complemento en nuestra relación con Dios, sino que nuestra corporalidad orante es el medio por el cual nos acercamos a Dios y le dirigimos nuestra oración. Cuando en una peregrinación nuestros pensamientos comienzan a distraerse y nuestra atención se pierde en lo que pasa a nuestro alrededor, nuestros pies siguen orando por nosotros. O cuando en una adoración al Santísimo Sacramento, nos comenzamos a distraer, nuestras rodillas siguen orando por nosotros.
Nuestro cuerpo es un Templo del Espíritu Santo, y por tanto, un medio para nuestra santificación. Cristo por su Encarnación asumió un cuerpo verdadero y por eso nuestra corporalidad es una forma de acercarse a Dios. Golpearse el pecho, mientras recitamos el “Yo Confieso”, es expresar con todo nuestro cuerpo y nuestro ser, lo que están diciendo nuestros labios, que es mía la culpa y que es de Dios la misericordia.
CONALI
Hoy es el día del Señor, y es él quien nos convoca y nos invita a celebrar este día acogiendo en nuestros corazones su Palabra y acercándonos a su mesa, para recibir el Pan que da la Vida. Con la actitud humilde del publicano, y sabiendo que no somos dignos, acojamos el don de Dios como un maravilloso regalo y alabemos su Nombre.
Dios inclina el oído de su corazón a las súplicas y oraciones de quienes, con humildad, confían en él.
Lectura del libro del Eclesiástico. El Señor es juez y no hace distin-ción de personas: no se muestra parcial contra el pobre y escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja. El que rinde el culto que agrada al Señor, es aceptado, y su plegaria llega hasta las nubes. La súplica del humilde atraviesa las nubes y mientras no llega a su destino, él no se consuela: no desiste hasta que el Altísimo interviene, para juzgar a los justos y hacerles justicia.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. El pobre invocó al Señor, y Él lo escuchó.
Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.
El Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra. Cuando los justos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. R.
El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. El Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en Él no serán castigados. R.
La oración de san Pablo, cuando su martirio se acerca, es una oración agradecida al Señor, ya que por gracia de Dios, ha podido conservar íntegro su tesoro más precioso: la fe.
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo. Querido hijo: Ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta! Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león. El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial. ¡A Él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluia. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación. Aleluia.
Nos cuesta aprender, por eso el Señor nos tiene que repetir a menudo que, el que se ensalza será humillado y el que se humilla será enaltecido.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola: Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas». En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!» Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
No nos basta venir a la casa de Dios, escuchar su Palabra y recibir su eucaristía, si no lo hacemos con un corazón humilde y agradecido. ¿Con qué actitud nos acercamos al Señor, con el orgullo del fariseo o con la humildad del publicano? ¿Y cómo nos relacionamos con nuestros hermanos, con el juicio orgulloso del fariseo o con la humildad serena del publicano?
M. Oremos a Dios con la confianza y la humildad sincera de quien sabe que no es digno de ser escuchado, pero que confía en la misericordia infinita de Dios.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
1.- Por la Iglesia, para que siempre sea lugar de acogida, de perdón y de fraternidad. Oremos. R.
2.- Por los que gobiernan y rigen las naciones, para que nunca sucumban al orgullo y al abuso de poder, sino que con humildad ejerzan su función en favor de todos los hombres. Oremos. R.
3.- Por los que más necesitan una palabra de aliento y un acto de amor fraterno, para que no se vean defraudados en su esperanza. Oremos. R.
4.- Por nuestra comunidad, reunida en esta casa de Dios, para que siempre vivamos atentos al querer de Dios y al bien de nuestros hermanos. Oremos. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Escucha, Señor, la oración de tu pueblo, que no se atreve a levantar la mirada al cielo, pero que confía en que tú siempre nos escuchas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. A ti, Señor Jesús, que has venido al mundo para salvarnos y para conducirnos al Reino del Padre, te alabamos, diciendo.
R. Alabado seas Jesús, Hijo del Dios vivo.
1.- Porque por el bautismo nos has hecho sacerdotes, para poder invocar tu Nombre y llamar a Dios, nuestro Padre. R.
2.- Porque por el bautismo nos has hecho profetas, para poder anunciar tu evangelio, que es buena noticia para todos. R.
3.- Porque por el bautismo nos has hecho reyes, para poder servir con caridad a nuestros hermanos y manifestar a todos tu amor. R.
M. Porque somos su pueblo, ovejas de su rebaño e hijos adoptivos del Padre eterno, nos dirigimos a él con las palabras que tú nos enseñaste: Padre nuestro…
Pueblo de Dios/ Negra es la uva/ La oración/ Al Señor le gusta/ Madre de los pobres.