Natividad del Señor
Gloria. Credo. Prefacio de Navidad.
La Palabra vive en nosotros
“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”: Juan inicia su evangelio con esta mirada sobre el mundo, como un himno al Creador que nos saca de nuestros pequeños pensamientos y nuestras preocupaciones. Confronta la eternidad con la caducidad de nuestro tiempo. Lo eterno desciende al mundo parta hacerse carne del mundo a pesar de que es rechazada. Los suyos, nosotros, rechazamos vivir una experiencia de fe y preferimos nuestro pequeño mundo en tinieblas, pero conocido. Lo inmenso y eterno nos asusta. La fe es jugarse la vida como por un amor nos jugamos la juventud y el futuro. ¿Hay futuro sin amor? ¿Hay felicidad sin amor? Pero el amor oculta su misterio y su parte desconocida. La fe es igual, pero inmensamente más desafiante y con un final seguramente feliz, ya que está fundada en quien no tiene límites de amor, aunque, muchas veces, dudemos y desconfiemos porque nos supera y desconcierta. Por eso, no lo recibimos, pero quienes lo reciben serán hijos de Dios y tendrán energía y vitalidad, fuerza y perseverancia para vencer el mal. El Verbo, la Palabra eterna, se hace carne en el tiempo. Juan desciende de su vuelo de águila al cronista del tiempo y de la realidad humana, con sus debilidades y sus traiciones, hasta con la capacidad de rechazar a Dios. Dios recomienza su creación, una nueva alianza, desde la fragilidad de un bebé, que llora y necesita del cuidado de María y José. Es el milagro más grande de la historia, y, desde entonces, él es también polvo amasado como nosotros para que nosotros podamos ser como él. Conoce todas nuestras debilidades para enseñarnos el camino para superarlas. Conocerá la muerte como nosotros para darnos Vida eterna. Hoy es Navidad si la Palabra, Jesús, vive en cada uno de nosotros.
“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios” (Jn 1,1).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: En la misa del día de la Navidad, en la Antífona de entrada, la liturgia nos recuerda al profeta Isaías que decía: “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; la soberanía reposa sobre sus hombros, y su nombre será Consejero admirable”. Es una invitación a reflexionar y adorar al recién nacido, la última Palabra de Dios a la humanidad, luego de hablarnos por medio de tantos profetas.
1ª LECTURA I s52, 7-10
Guía: El profeta anuncia el regreso de Dios para gobernar a su Pueblo con sabiduría.
Lectura del libro de Isaías.
¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación y dice a Sión: “Tu Dios reina”! ¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz, gritan todos juntos de alegría, porque ellos ven con sus propios ojos el regreso del Señor a Sión. ¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su pueblo, él redime a Jerusalén! El Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios. Palabra de Dios.
SALMO Sal 97, 1-6
R. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria. R.
El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos. R.
Canten al Señor con el arpa y al son de instrumentos musicales; con clarines y sonidos de trompeta aclamen al Señor, que es rey. R.
2ª LECTURA Heb 1, 1-6
Guía: Después de hablar de muchas maneras por medios de los profetas, ahora Dios nos ha hablado por medio de su mismo Hijo.
Lectura de la carta a los Hebreos.
Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo. Él es el resplandor de su gloria y la impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo. Así llegó a ser tan superior a lo ángeles, cuanto incomparablemente mayor que el de ellos es el Nombre que recibió en herencia. ¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”? ¿Y de qué ángel dijo: “Yo seré un padre para él y él será para mí un hijo”? Y al introducir a su primogénito en el mundo, Dios dice: “Que todos los ángeles de Dios lo adoren”. Palabra de Dios.
ALELUIA
Aleluia. Nos ha amanecido un día sagrado; vengan, naciones, adoren al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra. Aleluia.
EVANGELIO Jn 1, 1-18
Guía: El evangelista Juan nos introduce en el misterio de Dios. Jesús es la palabra definitiva del Padre a la humanidad.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: “Éste es aquél del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo”. De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno del Padre. Palabra del Señor.
Se dice Credo. A las palabras “Se encarnó…” todos se arrodillan.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: En la Navidad, el pan y el vino cobran un significado particular: Dios se hace uno de nosotros en Belén, que significa “casa del pan”. Nos comprometemos para que nunca falte el pan en nuestros hogares por amor a Cristo.
PREPARACIÓN PARA LA COMUNIÓN
Guía: Con más fe, comulguemos con Jesús, Palabra de Dios hecha carne, mientras pedimos que nuestra vida se transforme en una Navidad sin ocaso.
DESPEDIDA
Guía: Dios se ha hecho hombre para que el hombre viva la vida divina. Esta es la alegre noticia que llevaremos a todos en esta Navidad, con nuestras palabras, y sobre todo, con nuestro testimonio personal. ¡FELIZ NAVIDAD!