Domingo 2° de Pascua.
Fiesta de la Divina Misericordia. Blanco.
Se dice Gloria. Secuencia (optativa). Credo. Prefacio Pascual. Semana 2ª del Salterio.
De la incredulidad a la adoración
Después de la condena a Jesús, los discípulos escapan y hasta niegan conocerlo. Los más valientes lo siguen de lejos, y los demás esperan noticias. El miedo los ha paralizado. Luego de la crucifixión, se encierran en una casa. Entran en una parálisis contagiosa. Solo unas mujeres tienen el valor de ir al sepulcro y traen noticias contradictorias… ¿Robaron el cuerpo de Jesús? ¿Sucedió algo extraño, increíble?
No hay ningún grupo menos confiable que estos hombres miedosos y escondidos. Pero Jesús se aparece ante ellos. Es él quien toma la iniciativa. De parte de ellos no hay ningún mérito, ni siquiera la esperanza. Jesús se pone en el medio, como formando parte del grupo y no por encima. No recrimina, no acusa, Trae la paz, es decir todo lo contrario a la culpa, y les confía una misión grande como a las personas más meritorias del mundo.
Les regala el Espíritu Santo y les concede la potestad de perdonar los pecados y dar la paz a todos los hombres como él acaba de dársela a ellos. Definitivamente, Jesús quiere que cada discípulo sea otro Cristo redentor.
Falta solo Tomás, que al volver no les cree a sus compañeros. Es demasiado grande lo que escucha como para que sea verdad. Piensa que están alucinados y confundidos por el miedo.
Ocho días después, Jesús vuelve y demuestra que la resurrección no ha borrado la cruz. Invita a Tomás a poner sus dedos en las heridas de sus clavos y su mano en el costado abierto por el lanzazo. Tomás pasa de la incredulidad a la adoración.
El maestro vuelve a enseñar con su método infalible a superar la imperfección, a no distanciarse de quien ha errado o traicionado, a no hacer procesos, a comunicar paz a aquel que está en la tormenta de los remordimientos y entregar el Espíritu Santo para renovar los corazones.
En el lugar de Tomás hoy estamos nosotros.
“¡La paz esté con ustedes!”… “Reciban al Espíritu Santo”, (Jn 20, 21).
P. Aderico Dolzani, ssp.
1ª Lectura Hech 2, 42-47
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Un santo temor se apoderó de todos ellos, porque los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos. Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno. Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse. Palabra de Dios.
Comentario: El texto nos relata la formación de la primera Iglesia con algunas actitudes de los primeros cristianos, que deberíamos practicar más ampliamente hoy: La meditación del Evangelio, la Eucaristía, la oración y compartir nuestros bienes con los necesitados.
SALMO Sal 117, 2-4. 13-15. 22-24
R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! Que lo diga la familia de Aarón: ¡es eterno su amor! Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor! R.
Me empujaron con violencia para derribarme, pero el Señor vino en mi ayuda. El Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación. Un grito de alegría y de victoria resuena en las carpas de los justos. R.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él. R.
2ª Lectura 1Ped 1, 3-9
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pedro.
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, nos hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera, que ustedes tienen reservada en el cielo. Porque gracias a la fe, el poder de Dios los conserva para la salvación dispuesta a ser revelada en el momento final. Por eso, ustedes se regocijan a pesar de las diversas pruebas que deben sufrir momentáneamente: así, la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero purificado por el fuego, y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor el día de la Revelación de Jesucristo. Porque ustedes lo aman sin haberlo visto, y creyendo en Él sin verlo todavía, se alegran con un gozo indecible y lleno de gloria, seguros de alcanzar el término de esa fe, que es la salvación. Palabra de Dios.
Comentario: El gran tema de esta carta es la esperanza cristiana en tiempos de sufrimiento. Si bien es cierto, que algunas veces nuestra fe es puesta a prueba, debemos tener la certeza que Jesucristo camina a nuestro lado y lo hará por siempre.
ALELUIA Jn 20, 29
Aleluia. Ahora crees, Tomás, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!, dice el Señor. Aleluia.
EVANGELIO Jn 20, 19-31
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”. Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre. Palabra del Señor.
Comentario: Este pasaje está dirigido a nosotros, que creemos sin haber visto con nuestros ojos humanos, pero vemos con los de la fe a través del evangelio y el testimonio de los hermanos.