Todo se inicia con un encuentro, el de una mujer de Samaria que va en busca de agua a un pozo, y un judío, a quien ella no conoce, y que le pide de beber. Un judío nunca hablaba con un samaritano, y menos un hombre judío con una mujer samaritana. Y menos aún pedirle de beber, ya que comer y beber juntos era un signo de comunión, y no existía comunión entre judíos y samaritanos. ¿Cómo es que tú me hablas, cómo es que me pides de beber? Éstas son las preguntas que la samaritana dirige a Jesús, y él le responde con una frase maravillosa: “Si conocieras el Don de Dios y quién es el que te pide de beber”… Jesús mismo es el Don de Dios, el que pidiéndole de beber, puede darle, sin embargo, el agua viva que salta hasta la Vida eterna. Ella no logra comprenderlo en un primer momento, necesita tiempo, necesita conversar más con él, preguntarle, conocerlo, contarle el drama de su propia vida, convertirse.
Más que un reproche sobre el pecado en su vida, esta frase de Jesús es una invitación a la samaritana. “Si conocieras el Don de Dios”, tú misma pedirías beber de esa agua que sacia para siempre toda sed. Y es el llamado que el Señor dirige a cada uno de sus hijos. Conocer a Dios es el fundamento para poder amarlo, porque nadie ama a quien no conoce.
Jesús nos pide el agua de nuestro pobre pozo y a cambio nos da el agua que da Vida para siempre. Y cuando comenzamos a reconocer este Don de Dios, no podemos sino correr a contarlo a nuestro prójimo, a los que viven con nosotros y cerca nuestro. El beber del agua de la vida nos cambia para siempre.
Todo don es un regalo, algo que no merecemos, sino que lo aceptamos con gratitud. Jesús es el más grande regalo que hemos recibido. Seamos agradecidos.
Comisión Nacional de Liturgia
El Señor es bueno, por eso nos regala en este domingo el poder celebrar sus misterios y poder acoger en nuestro corazón su Palabra de Vida, poder compartir nuestra alegría y nuestra esperanza con los hermanos que él nos ha regalado, y poder convertirnos cada día de todo lo que no está de acuerdo con su voluntad.
Liturgia de la Palabra
La sed extrema es una sensación desesperante. Esta desesperación llevó al pueblo de Israel a murmurar contra Moisés y contra Dios. Esta sed del agua permanente, que es Dios, es lo que movió a conversión a la Samaritana y la constituyó en testigo de Cristo, única fuente de Agua Viva. La fuente del centro del Paraíso es la misma fuente de agua que brota del costado abierto de Cristo en su Pasión, la que nos bañó en nuestro bautismo y la que riega la ciudad celestial de Jerusalén en la Vida eterna. Sólo Dios puede saciar nuestra verdadera sed.
Lectura del libro del Éxodo. Toda la comunidad de los israelitas partió del desierto de Sin y siguió avanzando por etapas, conforme a la orden del Señor. Cuando acamparon en Refidim, el pueblo no tenía agua para beber. Entonces acusaron a Moisés y le dijeron: “Danos agua para que podamos beber”. Moisés les respondió: “¿Por qué me acusan? ¿Por qué provocan al Señor?”. El pueblo, torturado por la sed, protestó contra Moisés diciendo: “¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed, junto con nuestros hijos y nuestro ganado?”. Moisés pidió auxilio al Señor, diciendo: “¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?”. El Señor respondió a Moisés: “Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas del Nilo. Ve, porque Yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb. Tú golpearás la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo”. Así lo hizo Moisés, a la vista de los ancianos de Israel. Aquel lugar recibió el nombre de Masá –que significa “Provocación”– y de Meribá –que significa “Querella”– a causa de la acusación de los israelitas, y porque ellos provocaron al Señor, diciendo: “¿El Señor está realmente entre nosotros, o no?”.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. Cuando escuchen la voz del Señor, no endurezcan el corazón.
¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, acla-memos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta Él dándole gracias, aclamemos con música al Señor! R.
¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doble-mos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque Él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que Él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. R.
Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: “No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras”. R.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma. Hermanos: Justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por Él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por Él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado. En efecto, cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores. Difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Señor, Tú eres verdaderamente el Salvador del mundo; dame agua viva para que no tenga más sed.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: “Dame de beber”. Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le respondió: “¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”. Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos. Jesús le respondió: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber” tú misma se lo hubieras pedido, y Él te habría dado agua viva”. “Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?”. Jesús le respondió: “El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que Yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que Yo le daré se convertirá en Él en manantial que brotará hasta la Vida eterna”. “Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla”. Después agregó: “Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar”. Jesús le respondió: “Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén ustedes adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”. La mujer le dijo: “Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando Él venga, nos anunciará todo”. Jesús le respondió: “Soy Yo, el que habla contigo”. Muchos samaritanos de esta ciudad habían creído en Él. Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y Él permaneció allí dos días. Muchos más creyeron en Él, a causa de su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es verdaderamente el Salvador del mundo”.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Jesús, hablando con la samaritana, le descubre quién es ella misma, y ella, aceptando quién es, puede iniciar un proceso de conversión y de apostolado. Ante la Palabra que Dios nos dirige cada día, ¿reconocemos quiénes somos en verdad, aceptamos su invitación a la conversión y a la misión?
M. Ejerciendo nuestro sacerdocio bautismal, intercedamos ahora por las necesidades de la Iglesia y del mundo entero.
1.- Por la Iglesia, para que acogiendo el don de Dios, pueda dar testimonio de caridad y de esperanza en medio del mundo. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor, te rogamos.
2.- Por todos los que trabajan por el bien del hombre en las instituciones del Estado, para que nunca se cansen de buscar la verdad y la justicia. R.
3.- Por todos los que sufren a consecuencia de los desastres de la naturaleza o de la guerra, para que Dios sea su consuelo y esperanza. R.
4.- Por nosotros, reunidos para celebrar el día del Señor, para que aceptando su Palabra podamos trabajar en nuestra propia conversión. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Padre de misericordia, escucha la oración de tus hijos y muéstranos tu amor, para que nos convirtamos a ti, y vivamos como hijos tuyos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. Te alabamos, Señor, porque has hecho brotar para nosotros una fuente de agua que nos lleva hasta la vida eterna.
R. Gloria a ti, Fuente de agua viva.
1.- Porque el Padre eterno, que al crear el Paraíso, puso en el centro una fuente de agua viva. R.
2.- Porque el Señor Jesús, traspasado por la lanza en la cruz, hizo brotar de su costado abierto el agua viva. R.
3.- Porque el Espíritu Santo, santificando las aguas del Jordán, preparó para nosotros las aguas del bautismo. R.
M. Por eso nosotros, acudimos a tu fuente, diciendo con todo el corazón: Padre nuestro…
Canta, Iglesia/ Juntos nos acercamos/ El pozo (La samaritana)/ No necesito verte/ Santa María del camino.