El evangelio de hoy nos pone ante una pregunta decisiva del Señor Jesús, cuya respuesta define nuestra relación con él y determina nuestro modo de vida. Todo comenzó con un sondeo de opinión de Jesús con sus discípulos: “¿quién dice la gente que soy yo?” (Lc 9, 18). En ese tiempo, como hoy, la gente decía muchas cosas sobre Jesús, con las cuales sólo mostraban que no conocían ni conocen al Señor Jesús.
La pregunta de fondo es la que Jesús hace a sus discípulos: “y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (Lc 9, 20); está dirigida a los han compartido con él, que lo han oído y lo han visto actuar. Es la misma pregunta que Jesús hace hoy a cada cristiano: “tú, ¿quién dices que soy?”
Pedro responde proclamando la fe de los cristianos: “Tú eres el Mesías de Dios” (Lc 6, 20). Es decir, tú eres la presencia de Dios en medio de nosotros. Nunca podemos acostumbrarnos a estas palabras de Pedro, pues la fe cristiana anuncia que la humanidad de Jesús es la manifestación de Dios mismo; viendo a ese Hombre conocemos quién es Dios y cómo actúa Dios.
Ante la declaración de Pedro, Jesús precisa el modo en que él es Mesías: no se trata de un Mesías al estilo mundano, lleno de éxito espectacular, sino que es por el camino de la vida entregada del Siervo que se manifiesta la gloria de Dios. Para los cristianos no se trata de “saber” y “decir” una respuesta correcta, sino que la respuesta somos llamados a darla en nuestro modo de vida siguiendo a Jesucristo.
Por eso, “el que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga” (Lc 9, 23), y “el que pierda su vida por mi causa, la salvará” (Lc 9, 24). No hay otro camino para seguir al Señor Jesús que el de una vida entregada a los demás: ese es el signo de los discípulos, que lo conocen y siguen con amor en las pequeñas o grandes cruces de la vida, que ya son victoriosas en la resurrección de Jesucristo.
CONALI
En este domingo la Palabra del Señor nos pone ante una pregunta decisiva para cada uno de nosotros: ¿quién decimos que es el Señor Jesús? Como todas las preguntas de Jesús, con ésta él quiere abrir un diálogo con cada uno de nosotros y nos invita a dar una respuesta con nuestra manera de vivir. Nuestra asamblea reunida para esta celebración expresa nuestra respuesta de proclamación de la fe en él, de nuestra acogida a él y nuestro deseo de vivir siguiéndolo como nuestro único Señor.
Varios siglos antes de Jesucristo, el profeta Zacarías nos anuncia que el espíritu que Dios dará es el que permite mirar al Siervo sufriente y reconocer al Mesías.
Lectura de la profecía de Zacarías. Así habla el Señor: Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí. En cuanto al que ellos traspasaron, se lamentarán por él como por un hijo único y lo llorarán amargamente como se llora al primogénito. Aquel día, habrá un gran lamento en Jerusalén, como el lamento de Hadad Rimón, en la llanura de Meguido. Aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de lavar el pecado y la impureza.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.
Señor, Tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.
Sí, yo te contemplé en el Santuario para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán. R.
Así te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu Nombre. Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.
Veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas. Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene.R.
En su carta a los Gálatas, el Apóstol Pablo nos explica que significa ser hijos de Dios por la fe en el Señor Jesús.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia. Hermanos: Todos ustedes, por la fe, son hijos de Dios en Cristo Jesús, porque habiendo sido bautizados en Cristo, han quedado revestidos de Cristo. Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús. Y si pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de Abraham, herederos en virtud de la promesa.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluya. «Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen», dice el Señor. Aleluya.
Ante la pregunta de Jesús, Pedro proclama lo central de la fe cristiana: Jesús es el Mesías. Escuchemos atentamente el evangelio.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con Él, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy Yo?» Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado». «Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy Yo?» Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios». Y Él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día». Después dijo a todos: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará».
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
¿Qué respuesta doy a la pregunta que me hace el Señor Jesús: tú, quién dices que soy yo? ¿Qué tipo de “éxito” estoy buscando en mi vida: el triunfo mundano o el éxito de una vida entregada a los demás?, ¿en qué se nota esto en mi vida? Mira algún aspecto que te llame la atención de la humanidad del Señor Jesús y reconoce que así es Dios y así actúa Dios.
M. Con la confianza que nos da la victoria de la cruz de Jesucristo sobre el pecado y la muerte, presentemos nuestra oración.
1.- Para que la proclamación de la fe de Pedro, que es la fe de la Iglesia, renueve siempre la vida de la Iglesia repartida en el mundo entero. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor, te rogamos.
2.- Por el papa Francisco, sucesor de Pedro, y por todos los pastores de la Iglesia, para que en su ministerio proclamen con valentía la fe en el Señor Jesús. R.
3.- Agradeciendo por todos los que nos han transmitido la fe, pidamos para que seamos en nuestra vida testigos creíbles y convincentes de la fe en el Señor Jesús. R.
4.- Para que mirando la humanidad del Señor Jesús reconozcamos su Presencia en el rostro de todos los que sufren y sepamos servirlo allí con entrega generosa. R.
5.- Por nuestra comunidad N., para que aprendamos cada día más a seguir a Jesús como nuestro único Señor y nuestro único Maestro. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Señor, no dudes en acoger nuestras necesidades y enséñanos a amarnos y respetarnos siempre. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. Señor Jesús, tú te has manifestado como el Enviado del Padre, y por el regalo de la fe en ti te reconocemos como nuestro único Señor y Maestro sólo a ti queremos seguirte en nuestra vida y te alabamos diciendo:
R. ¡Gloria ti, Señor Jesús!
1.- Porque tú nos muestras el amor del Padre por cada uno de sus hijos. R.
2.- Porque nos haces el regalo de la fe para reconocerte y seguirte. R.
3.- Porque nos llamas a seguirte por el mismo camino que tú recorres, de una vida generosamente entregada. R.
M. Señor Jesús, tú eres el rostro del amor del Padre en medio nuestro, por eso, junto contigo decimos: Padre nuestro…
¿Cómo le cantaré al Señor?/ Hombres nuevos/ Pescador de hombres/ Madre de nuestro Pueblo.