No se puede ser verdaderamente una persona humana completa sin tener la experiencia del amor. Decía alguien que “si se ama, se sufre; pero si no se ama, se muere”.
Israel supo que Dios era compasivo y misericordioso. Entendió que también nosotros debíamos serlo. El Antiguo Testamento nos enseña: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Lamentablemente Israel entendió que esa actitud amorosa debía orientarse solamente a los conciudadanos, a los miembros del pueblo de Israel. Era entonces, una linda orientación, pero limitada. Cristo, en cambio, nos viene a decir que el amor que él propone no tiene límites. Hay que amar. Sí. Pero no sólo a los del propio pueblo, no sólo a los de mi grupo o los de mi familia. Hay que amar incluso a nuestros enemigos.
Cristo viene a ampliar el horizonte del amor humano. ¿Y por qué? Porque Dios es así. Dios derrama su gracia sobre buenos y malos. Dios no es justo a medias. Dios no ama parcialmente, no es partidista, sino que ama universalmente, esto significa ser católico. Y que incluso cuando uno tiene derecho a algo, es legítimo renunciar a ese derecho, para que venza el amor. Jesús nos pide renunciar a nuestros derechos cuando estos se oponen al triunfo del amor. Amar a los enemigos para que sean nuestros amigos. Ese es el triunfo perdurable del amor.
Nosotros, Dios quiera, no tenemos enemigos. Pero sí tenemos personas a las que nos cuesta acercarnos, personas que quizá no nos resultan agradables. Ese es el desafío que Dios nos presenta hoy. Aprovechar así las ocasiones desfavorables. Contrariamente a lo que se cree, las dificultades, las tentaciones, ofrecen el mejor escenario posible para cultivar el amor sobrenatural. La enfermedad, la crisis, la tentación, la aridez o la sed de venganza, pueden ser ocasión espléndida para madurar las virtudes. En esas circunstancias el hombre virtuoso vuelve a tomar posición, opta nuevamente por Cristo, revisa y ahonda los motivos que tiene para vivirla.
Comisión Nacional de Liturgia
Hoy se nos quiere regalar una de las revelaciones más importantes del Nuevo Testamento: el amor a los enemigos. No es sólo una actitud. Es el don de Dios ofrecido al mundo en Jesús. Él lo cumple hasta el extremo. Eso celebremos cada domingo. Hagámoslo hoy con fe y gratitud.
El Señor ha educado a su pueblo, llevándolo poco a poco a vivir el mandamiento del amor de un modo más universal. Escuchemos la lectura del Levítico.
Lectura del libro del Levítico. El Señor dijo a Moisés: Habla en estos términos a toda la comunidad de Israel: Ustedes serán santos, porque Yo, el Señor su Dios, soy santo. No odiarás a tu hermano en tu corazón; deberás reprenderlo convenientemente, para no cargar con un pecado a causa de él. No serás vengativo con tus compatriotas ni les guardarás rencor. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. El Señor es bondadoso y compasivo.
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus bene-ficios. R.
Él perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. R.
El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. R.
Cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados. Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles. R.
San Pablo en la carta a los Corintios reconoce nuestra identidad: somos templo de Dios. Y si lo somos, es para hacer de nosotros mismos una ofrenda al Padre: somos de Cristo, y Cristo es de Dios.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto. Hermanos: ¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo. ¡Que nadie se engañe! Si alguno de ustedes se tiene por sabio en este mundo, que se haga insensato para ser realmente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios. En efecto, dice la Escritura: «Él sorprende a los sabios en su propia astucia», y además: «El Señor conoce los razonamientos de los sabios y sabe que son vanos».En consecuencia, que nadie se gloríe en los hombres, porque todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo o Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente o el futuro. Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluia. En aquél que cumple la palabra de Cristo, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud. Aleluia.
¿Cuáles son los límites de nuestra capacidad de amar? Escuchar al Señor, acoger con fe su palabra, puede hacer dilatar esos límites hasta lo inimaginable. Escuchemos.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo. Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente». Pero Yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado. Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y odiarás a tu enemigo. Pero Yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque El hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Decía Teresa de Ávila, “sólo el amor es el que da valor a todas las cosas”. Si estuviéramos convencido de ello… El amor permite salir de nosotros mismos. De ahí la universalidad como una característica esencial del amor más humano, y el más divino. Alegrémonos por tener la posibilidad de ir aún más allá en el amor fraterno.
M. Los cristianos somos los que hemos creído que Dios nos ama. Y nos ama con un amor infinito. Con esa confianza nos atrevemos a pedir.
1.- Por la Iglesia, por sus ministros, especialmente el Santo Padre N., y nuestro obispo, N., para que todos juntos demos testimonio del amor de Dios en la persona de los más necesitados. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor, te rogamos.
2.- Por nuestra Patria, para que ella sea un lugar donde todos podamos vivir en el respeto mutuo. R.
3.- Por las familias, para que todas ellas puedan tener días de legítimo descanso. R.
4.- Por nuestra comunidad, para que sea un espejo del amor que Dios espera de todo el mundo. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Padre de misericordia, escucha la oración de tus hijos y muéstranos tu amor, para que nos convirtamos a ti, y vivamos como hijos tuyos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. A ti, eterno Padre, que nos has regalado en Jesucristo la muestra más grande de tu amor, te bendecimos y te alabamos.
R. Bendito seas, Señor, Pan de Vida.
1.- Porque eres Sabiduría para nuestros pasos, alimento para nuestra alma, luz que ilumina nuestra esperanza. R.
2.- Porque nos has dejado a tu Iglesia, presencia permanente de tu Hijo, que nos permite experimentar tu amor infinito. R.
3.- Porque tu Providencia infinita nos permite confiar siempre y tomar el riesgo del amor al prójimo. R.
M. Confiados en que nuestra oración siempre es escuchada, nos atrevemos a decir: Padre nuestro…
Qué alegría cuando me dijeron/ El alfarero/ Tres cosas tiene el amor/ María de Nazaret.