Domingo 6° de Pascua. Blanco.
Gloria. Credo. Prefacio de Pascua. Semana 2ª del Salterio.
La Promesa del Espíritu Santo
Hay dos grandes temas en el itinerario del mundo creyente: por un lado, la Caridad; y por otro, la asistencia del Espíritu Santo. Jesús dice a sus discípulos que existe una forma de vencer el miedo, la separación y la muerte. Esa forma es el Amor: “aquel que lo ame de verdad cumplirá sus mandamientos”. Como el hijo obediente, que sabe guardar las reglas de su casa y no desagradar a sus padres. No porque les tenga miedo, sino porque los ama, los respeta y, por eso, obedece. Lo mismo acontece con Jesús; se tiene la impresión de que los mandamientos son una especie de límite a la capacidad de amar y no es así, porque el que ama no impone. En la medida que vivimos en el amor, nuestro testimonio como verdaderos “amigos” de Jesús viviendo sus mandamientos, nos hace más creíbles y mejores personas.
La fe cristiana no consiste en un código de normas morales, sino en la adhesión a una persona: Cristo. Pero esta no es una adhesión cualquiera, sino que nace de un amor radical hacia él, hasta no querer otra cosa más que su voluntad. En el matrimonio, por ejemplo, al principio todo es amor, cada uno de los cónyuges desea agradar al otro. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, hacer siempre la voluntad del otro cansa. Con Jesús nos pasa lo mismo, también nos cansamos de hacer el bien, no porque no lo amemos, sino porque en nuestra sociedad la injusticia, la corrupción, la deshonestidad o la mentira son más “creíbles” que cualquier otro gesto de bondad.
“Dentro de poco el mundo ya no me verá”. Estas palabras de Jesús dejaron en los discípulos la sensación del abandono total. No obstante, les promete que ellos sí lo verán. Por eso que nos alerta: no estamos solos en esta tarea de hacer lo que nos pide y nos promete el Espíritu Santo. Hoy vemos su presencia cuando la comunidad creyente se reúne en su nombre, comparte lo que tiene, se alegra por un nuevo miembro, promulga sus enseñanzas, asiste a los más débiles y se ama como él nos amó.
“Él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes”, Jn 14, 16.17.
P. Fredy Peña, ssp.
1ª LECTURA Hech 8, 5-8. 14-17
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
En aquellos días: Felipe descendió a una ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo. Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe. Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron sanos. Y fue grande la alegría de aquella ciudad. Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que los samaritanos habían recibido la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos, al llegar, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo. Porque todavía no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo. Palabra de Dios.
Comentario: La acción evangelizadora es liberadora. No puede ser una exposición de doctrinas o una suma de preceptos por cumplir. Antes que nada, hay que presentar un evangelio que “cure”, que “sane” heridas de todo tipo (personal, social, eclesial) y expulse todo mal desde su raíz.
SALMO Sal 65, 1-3. 4-7. 16. 20
R. ¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Aclame al Señor toda la tierra! ¡Canten la gloria de su nombre! Tribútenle una alabanza gloriosa, digan al Señor: “¡Qué admirables son tus obras!” R.
Toda la tierra se postra ante ti, y canta en tu honor, en honor de tu nombre. Vengan a ver las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres. R.
Él convirtió el mar en tierra firme, a pie atravesaron el río. Por eso, alegrémonos en él, que gobierna eternamente con su fuerza. R.
Los que temen al Señor, vengan a escuchar, yo les contaré lo que hizo por mí: Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración ni apartó de mí su misericordia. R.
2ª LECTURA 1Ped 3, 15-18
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pedro.
Queridos hermanos: Glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor. Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen. Pero háganlo con suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia. Así se avergonzarán todos aquellos que difaman el buen comportamiento que ustedes tienen en Cristo, porque ustedes se comportan como servidores de Cristo. Es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal. Cristo padeció una vez por los pecados –el Justo por los injustos– para que, entregado a la muerte en su carne y vivificado en el Espíritu, los llevara a ustedes a Dios. Palabra de Dios.
Comentario: ¡Qué importante es la aclaración “si tal es la voluntad de Dios”! Debemos saber discernir si es “de Dios” el sufrimiento que nos toca vivir. Hay dolores que son necesarios alejar y que no hay que sostenerlos con la excusa de que “es la cruz que el Señor me mandó” o “Dios así lo quiere”. Hay otros padecimientos que nos acompañarán siempre, porque nuestra naturaleza es limitada: saber distinguir, para no eludir egoístamente lo que debemos cargar y para no cargar inútilmente aquello de lo cual debemos liberarnos.
ALELUIA Jn 14, 23
Aleluia. “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará e iremos a él”, dice el Señor. Aleluia.
EVANGELIO Jn 14, 15-21
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: “Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes. No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes. El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”. Palabra del Señor.
Comentario: “Y finalmente, vuelvo a recordarles la bella revelación de Cristo: ‘Ustedes en mí, yo en el Padre, y el Padre y ustedes en mí’: unidad verdadera. Por eso, la Iglesia tiene que dar esa manifestación de comunión. Cuando acontece el escándalo de la desunión, la Iglesia tiene que pedir perdón porque no ha predicado la verdad. La desunión en la Iglesia es triste, hermanos, es el antisigno de Cristo. No es verdadera Iglesia cuando se presenta dividida, a no ser que esas divisiones sean crisis que se superan en el servicio y en el amor.” (Mons. Oscar Romero, homilía 30/4/1978).