La multitud seguía incondicional-mente a Jesús. No reparaba en incomodidades y distancias. Así es como, una tarde, cuando entraba el sol, continuaban escuchándolo. En ese momento, para los Apóstoles ya se había terminado el tiempo, por eso le pidieron al Maestro que despidiera a toda la gente. Pero para Jesús todavía el tiempo sobraba. Los Apóstoles consideraban que cada uno debía buscarse algo para comer. En cambio, Jesús pensaba que debían ser ellos mismos los que tenían que darles de comer.
A los Apóstoles les hacía falta mucho dinero, unos 200 salarios diarios, cifra lejana a sus posibilidades económicas, para poder darle a cada uno un poco de pan. A Jesús le bastaban cinco panes y dos pescados.
La gente, unos 5.000 hombres, quedó admirada del milagro de la multiplicación de los panes y los pescados. Ver cosas maravillosas y comer gratis fue una razón más para seguir a ese Maestro.
Los Apóstoles conocieron ese día la extraña tabla de multiplicar que Jesús coloca en sus manos. Aprendieron que, antes que nada, ellos debían ser el pan bueno que se reparte; que el tiempo es oro y tirano para las cosas de este mundo, pero que, para hacer el bien, no hay hora fijada. La hora de Dios es un momento que nunca se acaba. Sobre todo, aprendieron que lo poco, si se pone en común, siempre se multiplica casi hasta el infinito.
Cada uno de nosotros tiene muchos límites personales, pero, cuando nos ponemos al servicio de los demás, nos multiplicamos, y muchas defi-ciencias desaparecen. El pan que ofrecemos en la eucaristía poca cosa es, materialmente hablando, sin embargo, ofrecido en el altar para todos, será la presencia real del Señor. El tiempo que vivimos se mide por el reloj y el calendario, pero, obrando el bien, se hace felicidad eterna. Dios no tiene reloj ni calendario. Es rico de tiempo.
P. Aderico Dolzani, ssp.
Al celebrar la eucaristía nos alimentamos de un mismo pan y somos de esta manera una sola comunidad unida con el Señor. Celebremos este día a Dios, que ha querido quedarse para siempre en medio nuestro como alimento y bebida de Vida eterna.
Los bienes de la tierra son creaturas de Dios y por eso él los acepta del hombre; y sirven como “signos” de su relación con él.
Lectura del libro del Génesis. En aquellos días: Melquisedec, rey de Salém, que era sacerdote de Dios, el Altísimo, hizo traer pan y vino, y bendijo a Abrám, diciendo: “¡Bendito sea Abrám de parte de Dios, el Altísimo, creador del cielo y de la tierra! ¡Bendito sea Dios, el Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos!”. Y Abrám le dio el diezmo de todo.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. Tú eres Sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec.
Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi derecha, mientras yo pongo a tus enemigos como estrado de tus pies”. R.
El Señor extenderá el poder de tu cetro: “¡Domina desde Sión, en medio de tus enemigos!” R.
“Tú eres príncipe desde tu nacimiento, con esplendor de santidad; yo mismo te engendré como rocío, desde el seno de la aurora”. R.
El Señor lo ha jurado y no se retractará: “Tú eres sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec”. R.
Pablo nos presenta el primer relato del Nuevo Testamento sobre la eucaristía, como memoria viva de Jesús hasta que vuelva.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto. Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía”. Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que Él vuelva.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluya. “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”, dice el Señor. Aleluya.
El relato de la multiplicación de los panes encaja bien en la liturgia de hoy y es releído en clave eucarística: Jesús toma el pan, lo bendice y lo parte, lo entrega. Jesús solicita nuestra cooperación para continuar compartiéndolo con la gente.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto”. Él les respondió: “Denles de comer ustedes mismos”. Pero ellos dijeron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: “Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta personas”. Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
¿Cómo estoy viviendo mi participación en la eucaristía? ¿Hallo en la comunión eucarística el alimento de mi fe y compromiso? ¿Venero también la eucaristía en la oración silenciosa ante el sagrario?
M. Oremos ahora, hermanos y hermanas, al Señor que está en medio nuestro para ofrecerse una vez más como alimento de vida.
1.- Para que el Cuerpo y la Sangre de Cristo sean el alimento principal de los bautizados en la alegre participación de la eucaristía dominical. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor, te rogamos.
2.- Para que la eucaristía, celebrada y adorada, sea la fuerza de los discípulos misioneros en su empeño por transformar el mundo según los criterios del evangelio. R.
3.- Para que el Señor le regale a esta comunidad y a toda la Iglesia vocaciones al presbiterado, a la vida religiosa, a la vida monástica y a los servicios y ministerios que necesitamos. R.
4.- Por quienes nos hemos reunidos para celebrar la eucaristía, para que no dudemos en abandonarnos en las manos de Dios, que es nuestro Padre. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Padre misericordioso, acoge estas súplicas de tu pueblo reunido, y aliméntalo siempre con tu Palabra y tu eucaristía. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. Señor, en este día de tu Cuerpo y de tu Sangre te bendecimos por dejarnos el gran regalo que alimenta nuestra fe y nuestro compromiso de cristianos. Juntos te decimos:
R. Benditos sean tu Cuerpo y tu Sangre, Señor.
1.- Gracias, Señor, por tu Palabra, mesa que nos preparas para conocer tu amor y renovar nuestra alianza contigo. R.
2.- Gracias, Señor, por tu Cuerpo y tu Sangre, que en cada eucaristía nos regalas como alimento de la fe y signo de comunión contigo y entre nosotros. R.
3.- Gracias, Señor, por esta comunidad, reunida en tu nombre y alimentada por tus sacramentos. R.
4.- Gracias, Señor, por confiarnos tú misión haciéndonos discípulos misioneros de tu evangelio. R.
M. Acoge, Señor, nuestra gratitud y alabanza, que te expresamos ahora con las palabras de Jesús: Padre nuestro…
Somos un pueblo que camina/ Pan y vino sobre el altar/ El peregrino de Emaús/ Señor, Tú eres nuestro pan/ Milagro de amor/ Mi alma glorifica.