Domingo 7º durante el año. Verde.
Gloria. Credo. Prefacio dominical durante el año. Semana 3ª del Salterio.
Perfectos como Dios
Después de declarar que nadie puede tocar una coma o una letra de la Ley, Jesús anuncia las bienaventuranzas como la perfección absoluta de la Antigua Alianza. De ahí en más, ese será el camino para entrar en la felicidad de los que encuentran y viven en Dios. No vivir el evangelio y pretender seguir a Cristo es una contradicción que nos hará perder la vida.
Jesús predica sobre temas candentes de la sociedad de entonces y de hoy porque son propios de la vida humana. Cuestiona tradiciones humanas que se hacían pasar por leyes divinas, como el divorcio, la venganza legítima dentro de ciertos límites, los juramentos pseudoreligiosos… Hoy estos argumentos y otros nuevos están dentro de lo que nuestra cultura puede sostener y defender como valores de la modernidad.
Jesús nunca hace descuentos en el camino hacia Dios. Es más, para ser como el evangelio exige, tenemos que aspirar hacia una perfección que se espeja en Dios y no en el prójimo o en las culturas de cualquier época o lugar.
Jesús nos pide ser más osados de lo que la prudencia nos aconseja: no solo no vengarse de quien nos agravió, sino tender la mano, poner la cara, rezar, prestar, donar…
En ciertas ocasiones, nuestro corazón puede encenderse con la ira que explota adentro por una ofensa, quizás grave. Es el momento en que, tal vez, no nos quede otra alternativa que la oración por quien nos ofende. Es la manera de no estar en contra de nadie y acercarnos a la imagen de Dios Padre que hace llover sobre justos y pecadores.
El evangelio termina diciendo que tenemos que ser perfectos como el Padre que está en el cielo, cuya perfección es su infinito amor y misericordia por todos los hombres, que, hasta en el más pecador, ve brillar una chispa de bondad y cuida más esa pequeñísima luz que las tinieblas del mal.
“Sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo”. Mt 5, 48.
P. Aderico Dolzani, ssp.
1ª LECTURA Lev 19, 1-2. 17-18
Lectura del libro del Levítico.
El Señor dijo a Moisés: Habla en estos términos a toda la comunidad de Israel: Ustedes serán santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo. No odiarás a tu hermano en tu corazón; deberás reprenderlo convenientemente, para no cargar con un pecado a causa de él. No serás vengativo con tus compatriotas ni les guardarás rencor. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor. Palabra de Dios.
Comentario: El texto resume una gran cantidad de disposiciones particulares referidas siempre al respeto a la vida y a los bienes de las otras personas. No se trata sólo de “no hacer el mal”, sino de usar la solidaridad como medio efectivo para superar la violencia, la indiferencia y el odio.
SALMO Sal 102, 1-4. 8. 10. 12-13
R. El Señor es bondadoso y compasivo.
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. R.
El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. R.
Cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados. Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles. R.
2ª LECTURA 1Cor 3, 16-23
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: ¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo. ¡Que nadie se engañe! Si alguno de ustedes se tiene por sabio en este mundo, que se haga insensato para ser realmente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios. En efecto, dice la escritura: “Él sorprende a los sabios en su propia astucia”, y además: “el Señor conoce los razonamientos de los sabios y sabe que son vanos”. En consecuencia, que nadie se gloríe en los hombres, porque todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo o Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente o el futuro. Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios. Palabra de Dios.
Comentario: Cristo es el único templo verdadero en el que reside la plenitud de Dios. Templo de Dios es también la Iglesia, en la que actúa el Espíritu. Templo de Dios es, igualmente, el hogar creyente y lo son todos aquellos en los que habita el espíritu de Dios.
ALELUIA 1Jn 2, 5
Aleluia. En aquél que cumple la palabra de Cristo, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud. Aleluia.
EVANGELIO Mt 5, 38-48
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado. Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo. Palabra del Señor.
Comentario: Mientras un impulso muy humano nos llevaría a responder con violencia a cualquier ataque, el evangelio nos exige no sólo no devolver la violencia, sino, además, amar al enemigo, perdonarlo y hasta orar por él. Todo esto, obviamente no podemos lograrlo sin la gracia de Dios.