3° de Adviento. Morado.
No se dice Gloria. Credo. Prefacio de Adviento I, II o V. Semana 3° del Salterio.
1ª LECTURA Is 61, 1-2. 10-11
Lectura del libro de Isaías.
El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor. Yo desbordo de alegría en el Señor, mi alma se regocija en mi Dios. Porque Él me vistió con las vestiduras de la salvación y me envolvió con el manto de la justicia, como un esposo que se ajusta la diadema y como una esposa que se adorna con sus joyas. Porque así como la tierra da sus brotes y un jardín hace germinar lo sembrado, así el Señor hará germinar la justicia y la alabanza ante todas las naciones. Palabra de Dios.
Comentario: En un estilo que prefigura el de las Bienaventuranzas, el profeta presenta la alianza entre el Señor y su pueblo. El Espíritu del Señor está en él, creando la alegría expansiva que debe transfigurar la faz de la tierra. Participando así, de la vida del Señor, el pueblo canta su alegría en un himno que anuncia el Magníficat. Frente a los agoreros del castigo y a los predicadores de la resignación, el heraldo proclama la justicia.
SALMO [Sal] Lc 1, 46-50. 53-54
R. Mi alma se regocija en mi Dios.
Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz. R.
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. R.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia. R.
2ª LECTURA 1Tes 5, 16-24
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica.
Hermanos: Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. No extingan la acción del Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno. Cuídense del mal en todas sus formas. Que el Dios de la paz los santifique plenamente, para que ustedes se conserven irreprochables en todo su ser –espíritu, alma y cuerpo– hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará. Palabra de Dios.
Comentario: Pablo desea a los destinatarios de su carta la constancia en la alegría, en la oración y en la acción de gracias. En este sentido, la comunidad cristiana se conformará al modo de Jesús, siempre que practique la celebración fraterna en la Eucaristía y en el amor al prójimo.
ALELUIA Is 61, 1
Aleluia. El Espíritu del Señor está sobre mí; Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres. Aleluia.
EVANGELIO Jn 1, 6-8. 19-28
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. Éste es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: «¿Quién eres tú?». Él confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: «Yo no soy el Mesías». «¿Quién eres, entonces?», le preguntaron: «¿Eres Elías?» Juan dijo: «No». «¿Eres el Profeta?». «Tampoco», respondió. Ellos insistieron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Y él les dijo: «Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías». Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: «¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: Él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia». Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba. Palabra del Señor.
Comentario: Los sacerdotes y levitas investigan a Juan Bautista y comprueban el valor del rito de ablución que él ha introducido. Pero el Bautista orienta la atención de sus interlocutores sobre la única realidad esencial: la persona del Señor, que es más importante que la suya. Juan bautiza con agua y Jesús en el Espíritu. Esa expresión define la obra primordial del Mesías: regenerar la humanidad en el Espíritu Santo.