En el Tiempo de Cuaresma, el papel de la Palabra de Dios es especialmente relevante. Ya se advierte en el evangelio del domingo pasado, donde Jesús resiste al demonio diciéndole que el hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Esa misma palabra llama hoy a Abraham (Primera lectura) a dejar atrás su tierra y su historia para comenzar una nueva. Sin miedo, movido por su fe, el anciano Abraham da crédito a lo que le dice el Señor y se lanza al encuentro de la promesa, confiando en que “la Palabra del Señor es recta” (Salmo) y no lo defraudará. Y así fue. Gracias a eso es el “padre de nuestra fe”.
Hoy la Palabra de Dios es nuevamente protagonista de la Buena Noticia: se dirige a Pedro, Santiago y Juan, los discípulos más cercanos a Jesús, diciéndoles: “Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo”. Ante el acontecimiento extraordinario de la Transfiguración de Jesús, ellos están anonadados y “llenos de temor”, pero Jesús mismo los anima diciéndoles: “Levántense, no tengan miedo”.
Es que la Palabra de Dios es liberadora y creadora. Cada Cuaresma, ella quiere sacar a los creyentes de sus temores y miedos, de sus rutinas estériles, de su apego a lo banal y transitorio, para invitarlos, como a Abraham, a mirar hacia delante, a iniciar una nueva existencia movidos ya no por una promesa histórica, sino por la más radical de las promesas, que es la victoria sobre el pecado y la muerte para siempre.
A los discípulos de Jesús no les duró el miedo. Cuando él resucitó de entre los muertos, se dispersaron por todas partes proclamando el evangelio y transformándose así, con su voz y con su martirio, en palabra viviente de Dios. Por medio del evangelio de hoy, Jesús sigue alentando a los discípulos: ¡Levántense, no tengan miedo!
Comisión Nacional de Liturgia
El segundo domingo de Cuaresma llena de ánimo a la Iglesia peregrina: la invita a caminar con valentía, sin miedo, confiada en las promesas de Dios. También nosotros, invitados a la mesa de la palabra y de la eucaristía, queremos comenzar con alegría este encuentro.
El libro del Génesis nos relata hoy otra página extraordinaria: la vocación de Abraham, padre del pueblo de Dios, padre de nuestra fe. Silenciemos el espíritu para acoger esta palabra.
Lectura del libro del Génesis. El Señor dijo a Abrám: “Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que Yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra”. Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. Señor, que descienda tu amor sobre nosotros.
La palabra del Señor es recta y Él obra siempre con lealtad; Él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. R.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.
Nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.
San Pablo escribe a Timoteo: él sabe que ser cristiano no es siempre fácil; por eso, lo exhorta a vivir con fortaleza las dificultades, ya que es Dios quien lo ha elegido.
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo. Querido hijo: Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios. Él nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad, y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. Porque Él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Desde la nube resplandeciente se oyó la voz del Padre: “Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”.
Se nos ofrece hoy el evangelio de la Transfiguración. Intentemos mirar esta extraordinaria escena no desde fuera, como espectadores, sino entrando en el ánimo de los discípulos que ese día acompañaban a Jesús, como protagonistas.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo. Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: “Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: “Levántense, no tengan miedo”. Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
¿Qué nos atemoriza en nuestra vida? ¿Qué nos impide ser más libres, más servidores, mejores testigos del evangelio? ¿Escuchamos a Jesús, conscientes de que su palabra nos da una fortaleza que nos permite vencer todo temor?
M. Porque en Dios está nuestra fortaleza y esperanza, le presentamos confiadamente nuestras oraciones.
1.- Por el testimonio de todos los católicos del mundo. Que sepamos presentar una fe y un compromiso creíbles, especialmente a los alejados de la Iglesia. Oremos.
R. Señor, escucha nuestra oración.
2.- Por las comunidades monásticas de nuestro país. Que con su oración, los monjes y monjas nos ayuden a valorar la contemplación en nuestra vida. Oremos. R.
3.- Por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Que los que son llamados respondan al Señor con generosidad y perseverancia. Oremos. R.
4.- Por la paz en el mundo. Que todos los hijos de Dios sepamos vivir en armonía en la Tierra que nos ha sido regalada. Oremos. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Todo esto te lo pedimos a ti, Señor, a quien pertenecen el poder, el honor y la gloria, por los siglos de los siglos.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. Que nuestra alabanza de hoy llegue a ti, Señor, junto con el deseo de vivir la Cuaresma como un tiempo de gracia y de misericordia.
R. Bendito seas, Señor, nuestra fortaleza.
1.- Te alabamos, Señor, en este domingo en que nos animas con tu Palabra y nos regalas tu presencia. R.
2.- Te alabamos, Señor, en esta comunidad que es parte de tu Cuerpo y quiere continuar tu misión en el mundo. R.
3.- Te alabamos, Señor, en este tiempo de Cuaresma que nos regalas para convertirnos a ti y cumplir más fielmente nuestra tarea de discípulos misioneros. R.
M. Gracias, Señor, por darnos tu fuerza cada día de nuestra vida. Para que nunca nos falte el pan material ni el pan de tu Palabra te decimos: Padre nuestro…
Perder la vida/ Tomad, Señor, y recibid/ Hombres nuevos/ No necesito verte/ Madre de los pobres.