Escucharemos en la primera lectura varias veces la misma palabra. Se repite insistentemente. Cuatro veces en dos brevísimos versículos al principio. Otras cuatro en los dos últimos. Ocho veces en total. “Regocíjense”, “estén alegres…” No cabe duda que el profeta nos quiere llenar el corazón de alegría. Y es que hoy celebramos el tercer domingo del Tiempo de Adviento, también llamado el domingo de la alegría, domingo de “gaudete”.
¿Qué es lo único que puede llenar el corazón de alegría? A menudo relacionamos la alegría con el poseer muchas cosas. O con haber experimentado muchas cosas. Pero la alegría de la que nos habla la celebración de este domingo tiene que ver con otra cosa. La alegría en realidad proviene del cumplimiento del deseo más hondo que tenemos en el alma. Por eso la pregunta de Juan el Bautista es tan importante: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Juan quiere saber si lo que ha esperado toda la vida se ha cumplido o no. Si aquello que ha deseado es real, verdadero, cierto.
También nosotros nos podemos preguntar si acaso Cristo viene a colmar toda la expectativa del corazón humano. Pero para ello primero debemos estar atentos a descubrir su presencia. Este es el mensaje de este domingo. La alegría brotará de una conciencia llena de certeza: Dios está cerca. A pesar del dolor, de la enfermedad, de la penuria de cualquier clase: Dios está cerca. Si logramos tomar conciencia de esa presencia divina, de esa inefable cercanía, allí comenzará la alegría infinita.
En nuestro caminar terreno, será un gozo que no hará esfumarse en un instante todos los problemas de la vida. Pero en medio de esos problemas encontraremos también la cercanía amorosa del Señor. ¿No nos llena eso de inmensa alegría?
Comisión Nacional de Liturgia
Cuando nos reunimos cada domingo a celebrar al Señor, este grupo humano que somos todos pasan a ser una verdadera comunidad, un pequeño Pueblo de Dios que ora y se deja tocar y transformar por el Señor. Dispongámonos a acoger al Señor, que viene como esposo de la Iglesia a dar cumplimiento a sus promesas.
El hondo gemido del profeta se encuentra con la gran promesa de Dios: Él viene en persona y nos salvará. Inaudito, por decir lo menos. Que el mismo Dios haya decidido salir al encuentro del afligido suspiro de la Humanidad, nos debe llenar de alegría. Tener esa convicción, debe hacernos perseverar hasta ver la plenitud de esa realización de la promesa en la persona de Jesús. Por eso el apóstol Santiago nos propone mantenernos firmes, porque la venida del Señor está cerca (Segunda lectura). Con él, ya no tenemos que esperar otro (evangelio).
Lectura del libro de Isaías. ¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: Él mismo viene a salvarlos». Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos, entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Volverán los rescatados por el Señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. Señor, ven a salvarnos.
El Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos, y protege a los extranjeros. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda; y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.
Lectura de la carta de Santiago. Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente hasta que caigan las lluvias del otoño y de la primavera. Tengan paciencia y anímense, porque la Venida del Señor está próxima. Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren que el Juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en Nombre del Señor.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluia. El Espíritu del Señor está sobre mí, él me envió a llevar la buena noticia a los pobres. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo. Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anuncia da a los pobres. ¡Y feliz aquél para quien Yo no sea motivo de tropiezo!» Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: ¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Él es aquél de quien está escrito: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino”. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él».
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Dios no ha querido permanecer lejos de nosotros. Y se hará un hombre, un niño, para que lo podamos tocar con nuestras manos, así como lo aclamamos en los sacramentos. Nuestra alegría se inicia cuando tomamos conciencia que Dios viene, y se hace pre-sente en medio de su pueblo. ¿Estamos atentos a su presencia? ¿Dónde y cuándo lo experimentamos cercano?
M. Con la certeza que el Señor está cerca, y que cada vez es más cercana su presencia, implorémosle que atienda las necesidades de la Iglesia, del mundo, de nosotros mismos.
1.- Pidamos al Señor que no falten quienes anuncien en su nombre la Buena Noticia a los pobres. Roguemos al Señor.
R. Señor, escúchanos.
2.- Pidamos al Señor por el Papa, por nuestro obispo, para que se vean llenos de la gracia que los hace fuertes para perseverar en la espera del Señor que viene. R.
3.- Pidamos al Señor por todos los que tienen responsabilidades públicas, por aquellos que las asumirán; también por todos los ciudadanos de nuestra Patria, para que busquen que los bienes del Reino se vean plasmados en el orden social. R.
4.- Pidamos al Señor especialmente por todos nosotros, para que podamos dejarnos llevar hacia la verdad que nos trae el Señor. R.
M. Dios todopoderoso y eterno que has venido para salvar a todos los hombres y no quieres que nadie se pierda; escucha las oraciones de tu Pueblo y concédenos que el mundo camine por sendas de paz y la Iglesia se llene de alegría en tu servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. A ti Señor Jesús, que eres el consuelo en medio de las tristezas de este mundo, elevamos nuestra oración de alabanza, diciendo:
R. Bendito seas, Señor.
1.- Porque nos concedes esperar con fe el cumplimiento de tus promesas, bendito seas, Señor. R.
2.- Porque tu gracia nos permite esperarte con la entrega de nuestra vida, bendito seas, Señor. R.
3.- Porque das la valentía a los débiles y fortaleza a los vacilantes, bendito seas, Señor. R.
4.- Porque nos purificas de todo egoísmo, y nos alientas en la esperanza, bendito seas, Señor. R.
M. Con la confianza de sabernos hijos de Dios, aquellos que quieren esperarlo todo de él, con las palabras de Jesús, nos atrevemos a decir: Padre nuestro…
Qué alegría cuando me dijeron/ El Señor es mi fortaleza/ Cada tarde te he esperado, Señor/ Yo cultivo la esperanza.