2º domingo durante el año. Verde.
Gloria. Credo. Semana 2ª del Salterio.
Los envío como corderos
Juan Bautista vio que Jesús estaba llegando y lo definió: “Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. El cordero es un animal que no da miedo a nadie y no tiene la fortaleza de otros ganados. Como imagen de Dios provoca una revolución en nuestras ideas: no es un Dios que pide sacrificios, sino que se sacrifica y ofrece su vida. No infunde temor, sino confianza, no muestra su omnipotencia, sino su misericordia.
Este cordero quita “el pecado del mundo”, no los pecados. Juan no se refería a nuestras faltas leves o graves, errores y omisiones. El pecado del mundo es la fractura entre Dios y el hombre que fructifica en violencia y muerte. Él vino haciéndose hombre para recomponer ese puente entre lo divino y lo humano, para vencer definitivamente la muerte que sembró ese pecado del orgullo humano.
Juan quería mostrarles a sus discípulos el nuevo y verdadero rostro de Dios. Miremos en nuestro corazón para ver qué rostro de Dios anida en él, porque es el verdadero espejo de nuestro rostro. Es una imagen que tenemos que cuidar porque, si erramos sobre Dios, cometemos el error de nuestra vida, confundiremos el bien y el mal, la vida y la muerte.
Nosotros queremos seguir a Jesús, que quita el pecado y nos envió como a corderos en medio de lobos. No quiere decir que debemos ir todos a morir inmolados ni indica solo las dificultades de anunciar el evangelio. Ser sus discípulos requiere apropiarnos de su manera de ser, imitar sus gestos, no rechazar a nadie, no sentir miedo, quitar el pecado del mundo, oponernos a todo lo que quiebre el puente entre Dios y el hombre.
En cada Eucaristía, recibimos al “Cordero de Dios”, y él nos envía como a corderos para quitar el mal con el bien y abrir los brazos a quien no tiene amor. El pecado más común de los cristianos de hoy es no aceptar la ternura y la humildad del Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo.
“Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, Jn 1, 29.
P. Aderico dolzani, ssp.
1ª LECTURA Is 49, 3-6
Lectura del libro de isaías.
El Señor me dijo: “Tú eres mi Servidor, israel, por ti yo me glorificaré”. Pero yo dije: “en vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza”. Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, habla el Señor, el que me formó desde el vientre materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi dios ha sido mi fortaleza. Él dice: “es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra”. Palabra de Dios.
Comentario: El profeta tiene plena conciencia del llamado y la vocación recibida de Dios. Se sabe elegido, valorado y se siente comprometido para desarrollar una misión evangelizadora: propagar el amor de Dios a los demás.
SALMO Sal 39, 2. 4. 7-10
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Esperé confiadamente en el Señor: Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. R.
Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces dije: “Aquí estoy”. R.
“En el libro de la Ley, está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón”. R.
Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, tú lo sabes, Señor. R.
2ª LECTURA 1Cor 1, 1-3
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, saludan a la iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos aquéllos que en cualquier parte invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro. Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Palabra de Dios.
Comentario: Pablo, con sus cartas y afán evangelizador, mantiene viva la fe. Junto con animar a la comunidad recién formada, insiste en que tenemos que vivir unidos y, mediante la fe, alcanzar la santidad.
ALELUIA Jn 1, 14. 12
Aleluia. La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. A todos los que la recibieron les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Aleluia.
EVANGELIO Jn 1, 29-34
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: “Éste es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a israel”. Y Juan dio este testimonio: “He visto al espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquél sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautiza en el espíritu Santo”. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”. Palabra del Señor.
Comentario: Jesús y Juan, ya se habían manifestado mutuamente con ocasión de la visita de María a su prima Isabel. Ahora, ya adultos, se vuelven a encontrar, y Juan manifiesta con certeza que Jesús es el Hijo de Dios y que él solo vino a prepararle el camino.