“¿Y quién es mi prójimo?”, pregunta en el evangelio de hoy a Jesús el maestro de la Ley. La pregunta atraviesa los tiempos y sigue escuchándose en cada rincón del mundo dónde se proclama el evangelio. Pareciera que más que servir necesitásemos saber a quién hacerlo…
En nuestras sociedades seguimos siendo testigos de enormes desigualdades económicas. No se detiene la migración de los campos a las ciudades, y el intercambio entre personas de distintos países por razones de trabajo sigue en aumento. La pregunta, entonces, no pierde actualidad. Al ver estas realidades, muchas de ellas con hondas experiencias de dolor y separación de los seres queridos, las personas de buena voluntad, particularmente los creyentes nos preguntamos ¿a quién debo amar? ¿son todos “mi prójimo”? ¿cómo cumplir la Ley de Dios? Curiosamente, en el evangelio quien hace la pregunta es un maestro de la Ley, un experto en esas materias que debía saber bien cómo cumplirla.
Sin embargo Jesús, como suele hacerlo con nosotros también, le da vuelta los argumentos y pone el acento no en el hombre herido, sino en el samaritano que hace el bien. El problema ya no es saber quién es mi prójimo, sino de quién debo yo ser prójimo; saber si tengo el suficiente amor para darlo a quien más lo necesite, sea quien sea, esté donde esté. Y esto queda más claro aún con la frase final de Jesús: “Ve, y procede tú de la misma manera”.
El llamado para nuestros tiempos es a no enredarnos en la pregunta, sino en dar el paso y “proceder”, hacer, actuar tal como lo hizo el propio Señor. Él es el Principio, el Primero, el punto de partida para aprender a amar según esa Ley de Dios que tenemos inscrita en nuestros corazones.
CONALI
Nos reunimos para celebrar al Señor de la Vida, a Aquel que no está fuera de nuestro alcance, sino que se hace Pan de Vida y Cáliz de Salvación para todos quienes se acerquen a escuchar su Palabra.
Para el Antiguo Testamento, escuchar la voz de Dios es asunto de vida o muerte, de plenitud o de vacío, y la tarea no parece imposible de lograr.
Lectura del libro del Deuteronomio. Moisés habló al pueblo, diciendo: El Señor, tu Dios, te dará abundante prosperidad en todas tus empresas, en el fruto de tus entrañas, en las crías de tu ganado y en los productos de tu suelo. Porque el Señor volverá a complacerse en tu prosperidad, como antes se había complacido en la prosperidad de tus padres. Todo esto te sucederá porque habrás escuchado la voz del Señor, tu Dios, y observado sus mandamientos y sus leyes, que están escritas en este libro de la Ley, después de haberte convertido al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma. Este mandamiento que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. No está en el cielo, para que digas: “¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica?” Ni tampoco está más allá del mar, para que digas: “¿Quién cruzará por nosotros a la otra orilla y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica?” No, la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la practiques.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. Busquen al Señor, y vivirán.
Mi oración sube hasta ti, Señor, en el momento favorable: respóndeme, Dios mío, por tu gran amor, sálvame, por tu fidelidad. R.
Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor, por tu gran compasión vuélvete a mí; Yo soy un pobre desdichado, Dios mío, que tu ayuda me proteja: así alabaré con cantos el nombre de Dios, y proclamaré su grandeza dando gracias. R.
Porque el Señor salvará a Sión y volverá a edificar las ciudades de Judá: el linaje de sus servidores la tendrá como herencia, y los que aman su Nombre morarán en ella. R.
En las Escrituras encontramos a muchos modelos dignos de ser imitados pero sólo uno es el Primero, el que inspira todas nuestras acciones.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas. Cristo Jesús es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, los seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades: todo fue creado por medio de Él y para Él. Él existe antes que todas las cosas y todo subsiste en Él. Él es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. Él es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que Él tuviera la primacía en todo, porque Dios quiso que en Él residiera toda la Plenitud. Por Él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluya. Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida; Tú tienes palabras de Vida eterna. Aleluya.
Una buena historia puede tener más poder movilizador que mil palabras; la que nos narra Jesús no deja a nadie indiferente.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?” Jesús le preguntó a su vez: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?” Él le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”. “Has respondido exactamente, –le dijo Jesús–; obra así y alcanzarás la vida”. Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: «Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver». ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?” “El que tuvo compasión de él”, le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: “Ve, y procede tú de la misma manera”.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Leer el texto e identificarse con cada uno de los personajes. ¿Con quién me identifico más y por qué? En el momento actual de mi vida, ¿cómo está mi capacidad para compadecerme de quienes sufren?
M. Unidos en la fe que nos salva, confiando en el amor de Dios nuestro Padre, oremos diciendo:
R. Escúchanos, Señor.
1.- Para que los cristianos seamos siempre como Jesús, portadores de amor, de misericordia, de esperanza. Oremos. R.
2.- Para que los que no conocen a Jesucristo puedan descubrir la vida renovada que él nos da. Oremos. R.
3.- Para que nuestros gobernantes, y los de todos los países, actúen con verdadero espíritu de servicio. Oremos. R.
4.- Para que los que sufren sientan la fuerza de Dios que los acompaña en su dolor y cuenten con nuestra cercanía. Oremos. R.
5.- Para que los moribundos se acerquen al momento definitivo con la esperanza en la vida nueva que Jesús les ofrece en su Reino. Oremos. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Escucha, Señor Jesús, nuestra oración, y ven a salvarnos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. Reunidos por tu Palabra, te reconocemos como Aquel que nos reconcilió definitivamente con Dios, por eso te alabamos y te decimos:
R. Tus mandamientos son claros e iluminan los ojos.
1.- Te alabamos, porque todo aquello que nos pides está al alcance de nuestras fuerzas. R.
2.- Te alabamos, porque tu imagen nos lleva a Dios y nos inspira el bien. R.
3.- Te alabamos, porque nos enseñas a amar sin reservas y a no discriminar a la hora de amar. R.
M. Señor Jesucristo, tú que nos enseñas a amar y a actuar como tú lo hiciste, tomamos tus palabras para dirigirnos a Dios, y juntos decimos: Padre nuestro…
El buen samaritano/ No fijéis los ojos/ La oración/ Madre de los pobres.