Día sexto en la Octava de Navidad. Blanco.
Gloria.
LECTURA 1Jn 2, 12-17
Lectura de la primera carta de san Juan.
Hijos, les escribo porque sus pecados han sido perdonados por el nombre de Jesús. Padres, les escribo porque ustedes conocen al que existe desde el principio. Jóvenes, les escribo porque ustedes han vencido al Maligno. Hijos, les he escrito porque ustedes conocen al Padre. Padres, les he escrito porque ustedes conocen al que existe desde el principio. Jóvenes, les he escrito porque son fuertes, y la Palabra de Dios permanece en ustedes, y ustedes han vencido al Maligno. No amen al mundo ni las cosas mundanas. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo –los deseos de la carne, la codicia de los ojos y la ostentación de riqueza– no viene del Padre, sino del mundo. Pero el mundo pasa, y con él, sus deseos. En cambio, el que cumple la voluntad de Dios permanece eternamente.
Palabra de Dios.
Comentario: San Juan escribe a quienes fueron perdonados por Dios y, con su gracia, vencieron al Maligno. Ahora invita a los padres y a los jóvenes a mantenerse en guardia sin contaminarse por lo temporal y mundano. El discípulo de Jesús está llamado a amar el mundo, esforzarse por convertirlo y salvarlo como su Maestro. Esto es posible si se permanece en la Voluntad de Dios.
SALMO Sal 95, 7-10
R. Alégrese el cielo y exulte la tierra.
Aclamen al Señor, familias de los pueblos, aclamen la gloria y el poder del Señor; aclamen la gloria del nombre del Señor. R.
Entren en sus atrios trayendo una ofrenda, adoren al Señor al manifestarse su santidad: ¡que toda la tierra tiemble ante Él! R.
Digan entre las naciones: «¡El Señor reina! El mundo está firme y no vacilará. El Señor juzgará a los pueblos con rectitud». R.
ALELUIA
Aleluia. Nos ha amanecido un día sagrado; vengan, naciones, adoren al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra. Aleluia.
EVANGELIO Lc 2, 22. 36-40
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él.
Palabra del Señor.
Comentario: La profetiza Ana, presente en el Templo, reconoce al niño y alaba a Dios porque su presencia es motivo de salvación para Israel. Luego el evangelista cuenta que en Nazaret el “niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”. Esto confirma la humanidad del Hijo de Dios que se hizo semejante a nosotros, en todo, menos en el pecado.