Por René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena
La comunidad cristiana vive este primer domingo de marzo, el 8° del Tiempo Ordinario. Este mes nos enfrenta a numerosos desafíos personales, también familiares y de la entera comunidad. Son semanas que señalan el reinicio en muchos aspectos. Algunos regresan desde sus vacaciones a la fuente laboral, los estudiantes comienzan un nuevo año escolar y la comunidad cristiana retoma las actividades pastorales. En efecto, en la arquidiócesis se acostumbra comenzar el nuevo Año Pastoral con la Asamblea Eclesial Arquidiocesana, prevista en esta ocasión para el sábado 29 de marzo, en Andacollo.
Qué importante es la vivencia del Domingo, Día del Señor, idealmente celebrado en familia con la santa Eucaristía, como acto principal, luego, el descanso y el compartir fraterno.
La Palabra del Señor ofrece los contenidos de las celebraciones eucarísticas y las perspectivas para la cotidianeidad, pues ella no es solo para oírla en las celebraciones, sino también para vivirla, ponerla en práctica y anunciarla con heroísmo.
Los textos bíblicos de este domingo son hermosos y ofrecen numerosas perspectivas. El Salmo responsorial 92 (91) que corresponde hoy, favorece crear el clima de gratitud a Dios por su amor y fidelidad: “Es bueno dar gracias al Señor y cantar en tu honor, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu amor y durante la noche tu fidelidad” (vv 2-3). Sin duda, todos tenemos abundantes motivos para dar gracias a Dios, entre ellos, la vida, la salud, la familia y los seres queridos, las vacaciones vividas en alegría y fraternidad, como por tantas otras bendiciones con que el Señor nos favorece. Miremos nuestra vida y procuremos una memoria agradecida por la fidelidad de Dios experimentada, que jamás viene a menos.
La primera lectura del Eclesiástico 27,4-7 nos hace presente valiosa enseñanza respecto de cómo sopesar los valores de una persona, de los cuales se resalta que “el hombre se prueba en su razonar… la mentalidad de un hombre en sus palabras” (vv 5-6), por ello, “no alabar a nadie antes de que razone” (v 7). En parte del Salmo 92, también está presente la alabanza al justo: “El justo florecerá como palmera, crecerá como cedro del Líbano… aun en la vejez dará fruto, estará lozano y frondoso” (vv 13.15).
El pasaje del Evangelio, en boca de Lucas (cfr. Lc 6,39-45), presenta enseñanzas del Señor en comparaciones: “¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo?” (v 39); “El discípulo no es más que el maestro; cuando haya sido instruido, será como su maestro” (v 40); “Cada árbol se reconoce por sus frutos. No se cosechan higos de los cardos ni se vendimian uvas de los espinos” (v 44). Finaliza el pasaje con una bella valoración de lo interior: “El hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro bueno del corazón; el malo saca lo malo de la maldad. Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (v 45).
Nos desafía -como cada domingo- la Palabra del Señor. Corresponde acoger su enseñanza y fortalecidos con la bendición del Maestro procurar practicarla. En este domingo importa sobre todo contemplar, en cuanto es posible, la profundidad -el interior- dando menos cabida a lo exterior. Sin duda, la Palabra nos abre a los valores que sustentan la vida, también la de otras personas. Si el corazón está pleno de amor, bondad, comprensión, amabilidad, fluirán naturalmente estas valiosas características en la cotidianeidad de la vida, especialmente en el trato con las hermanas y hermanos de camino: Desde el corazón a la realidad concreta de cada día.