De la feria. Verde.
Lectura del libro del Eclesiástico.
Ahora voy a recordar las obras del Señor; lo que yo he visto, lo voy a relatar: por las palabras del Señor existen sus obras. El sol resplandeciente contempla todas las cosas, y la obra del Señor está llena de su gloria. No ha sido posible a los santos del Señor relatar todas sus maravillas, las que el Señor todopoderoso estableció sólidamente para que el universo quedara afirmado en su gloria. Él sondea el abismo y el corazón, y penetra en sus secretos designios, porque el Altísimo posee todo el conocimiento y observa los signos de los tiempos. Él anuncia el pasado y el futuro, y revela las huellas de las cosas ocultas: ningún pensamiento se le escapa, ninguna palabra se le oculta. Él dispuso ordenadamente las grandes obras de su sabiduría, porque existe desde siempre y para siempre; nada ha sido añadido, nada ha sido quitado, y Él no tuvo necesidad de ningún consejero. ¡Qué deseables son todas sus obras! ¡Y lo que vemos es apenas una chispa! Todo tiene vida y permanece para siempre, y todo obedece a un fin determinado. Todas las cosas van en pareja, una frente a otra, y Él no ha hecho nada incompleto: una cosa asegura el bien de la otra. ¿Quién se saciará de ver su gloria?
Palabra de Dios.
Comentario: Es una invitación a contemplar las maravillas naturales. En tantas bondades que alcanza a ver, el autor reconoce la presencia y la mano creadora de Dios. En medio a esta sociedad acelerada, es oportuno aceptar esta propuesta de detenerse a gozar de la creación y reconocer la acción de Dios en ella.
R. La palabra del Señor hizo el cielo.
Alaben al Señor con la cítara, toquen en su honor el arpa de diez cuerdas; entonen para Él un canto nuevo, toquen con arte, profiriendo aclamaciones. R.
Porque la palabra del Señor es recta y Él obra siempre con lealtad; Él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. R.
La palabra del Señor hizo el cielo, y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales; Él encierra en un cántaro las aguas del mar y pone en un depósito las olas del océano. R.
Que toda la tierra tema al Señor, y tiemblen ante Él los habitantes del mundo; porque Él lo dijo, y el mundo existió, Él dio una orden, y todo subsiste. R.
ALELUYA Jn 8, 12
Aleluya. «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue tendrá la luz de la Vida», dice el Señor. Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo –Bartimeo, un mendigo ciego– estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!». Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Ánimo, levántate! Él te llama». Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?». Él le respondió: «Maestro, que yo pueda ver». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
Palabra del Señor.
Comentario: Un mendigo pide a Jesús que lo sane de su ceguera; una vez sanado, sigue al Maestro. A veces se recurre a Dios sólo en las penurias, olvidándolo luego. Que este ciego nos motive a dejarnos curar de nuestros males y que, luego, Jesús también nos cuente entre sus discípulos y compañero de su misión por este mundo.