De la feria. Verde.
Lectura del libro del Eclesiástico.
Ten piedad de nosotros, Dueño soberano, Dios de todas las cosas, y mira. Infunde tu temor a todas las naciones. Que ellas te reconozcan, como hemos reconocido nosotros que no hay otro Dios fuera de ti, Señor. Renueva los signos y repite las maravillas, glorifica tu mano y tu brazo derecho. Congrega a todas las tribus de Jacob, y entrégales su herencia, como al comienzo. Ten piedad, Señor, del pueblo que es llamado con tu Nombre, de Israel, a quien trataste como a un primogénito. Ten compasión de tu Ciudad santa, de Jerusalén, el lugar de tu reposo. Llena a Sión de alabanzas, y a tu pueblo, cólmalo de tu gloria. Da testimonio a favor de los que Tú creaste en el principio, y cumple las profecías anunciadas en tu Nombre. Dales la recompensa a los que te aguardan, y que se compruebe la veracidad de tus profetas. Escucha, Señor, la oración de los que te suplican, conforme a la bendición de Aarón sobre tu pueblo, para que todos los que viven en la tierra reconozcan que Tú eres el Señor, el Dios eterno.
Palabra de Dios.
Comentario: El Pueblo elegido cree que sus sufrimientos corresponden a sus maldades, aunque también cree que, por ellas, Dios nuevamente le manifiesta su amor invitándolo a reconocerlo y amarlo como a su único Dios. Por esta experiencia pueden pasar otros pueblos y los cristianos de hoy y de siempre.
SALMO Sal 78, 8. 9. 11. 13
R. ¡Apiádate de tu pueblo, Señor!
No recuerdes para nuestro mal las culpas de otros tiempos; compadécete pronto de nosotros, porque estamos totalmente abatidos. R.
Ayúdanos, Dios salvador nuestro, por el honor de tu Nombre; líbranos y perdona nuestros pecados, a causa de tu Nombre. R.
Llegue hasta tu presencia el lamento de los cautivos, preserva con tu brazo poderoso a los que están condenados a muerte. R.
Y nosotros, que somos tu pueblo y las ovejas de tu rebaño, te daremos gracias para siempre, y cantaremos tus alabanzas por todas las generaciones. R.
ALELUYA Mc 10, 45
Aleluya. El Hijo del hombre vino para servir y dar su vida en rescate por una multitud. Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: «Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos: ellos se burlarán de Él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará». Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir». Él les respondió: «¿Qué quieren que haga por ustedes?». Ellos le dijeron: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria». Jesús les dijo: «¡No saben lo que piden! ¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé y recibir el bautismo que Yo recibiré?». «Podemos», le respondieron. Entonces Jesús agregó: «Ustedes beberán el cáliz que Yo beberé y recibirán el mismo bautismo que Yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados». Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquéllos a quienes se considera gobernantes dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande que se haga servidor de ustedes, y el que quiera ser el primero que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».
Palabra del Señor.
Comentario: Pretender los primeros puestos, como Juan y Santiago, responde más al orgullo que a la gratuidad enseñada por el Maestro. Jesús contrapone los valores que deben distinguir a sus discípulos frente a aquellos que se encuentran en el mundo; les enseña que primero está el servicio y el amor, y recién luego los puestos y las responsabilidades a ocupar.