De la feria. Verde
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Porque si la falta de uno solo provoco la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos. En efecto, si por la falta de uno solo reinó la muerte, con mucha más razón, vivirán y reinarán por medio de un solo hombre, Jesucristo, aquéllos que han recibido abundantemente la gracia y el don de la justicia. Por consiguiente, así como la falta de uno solo causó la condenación de todos, también el acto de justicia de uno solo producirá para todos los hombres la justificación que conduce a la Vida. Y de la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores, también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Porque así como el pecado reinó produciendo la muerte, también la gracia reinará por medio de la justicia para la Vida eterna, por Jesucristo, nuestro Señor.
Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo contrapone la “desobediencia” de Adán con la “obediencia” de Cristo. Estos pocos versículos de la carta a los romanos son como el fundamento bíblico del pecado original, con el cual nacemos (porque el pecado estaba ya en el mundo) y por el bautismo somos purificados; por lo mismo, la rebeldía de Adán pierde su fuerza ante la desbordante gracia traída por el Hijo de Dios.
R. ¡Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad!
Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces dije: «Aquí estoy». R.
«En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu Ley está en mi corazón». R.
Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, Tú lo sabes, Señor. R.
Que se alegren y se regocijen en ti todos los que te buscan y digan siempre los que desean tu victoria: «¡Qué grande es el Señor!» R.
Aleluia. Estén prevenidos y oren incesantemente. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús dijo a sus discípulos: Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
Palabra del Señor.
Comentario: Jesús nos invita a esperar el regreso del Señor. En esta espera que aún perdura le proponemos rezar: Señor, viviré hoy como si fuera el último día de mi vida: con fe y abandono en ti, con alegría por lo que me regalas y sin llorar por lo que no tengo, con espíritu de amor y de servicio pensando más en los demás que en mí.