De la feria. Verde.
San Juan Eudes, p. (ML). Blanco.
LECTURA Ez 37, 1-14
Lectura de la profecía de Ezequiel.
La mano del Señor se posó sobre mí, y el Señor me sacó afuera por medio de su espíritu y me puso en el valle, que estaba lleno de huesos. Luego me hizo pasar a través de ellos en todas las direcciones, y vi que los huesos tendidos en el valle eran muy numerosos y estaban resecos. El Señor me dijo: «Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?» Yo respondí: «Tú lo sabes, Señor». Él me dijo: «Profetiza sobre estos huesos, diciéndoles: “Huesos secos, escuchen la palabra del Señor. Así habla el Señor a estos huesos: Yo voy a hacer que un espíritu penetre en ustedes, y vivirán. Pondré nervios en ustedes, haré crecer carne sobre ustedes, los recubriré de piel, les infundiré un espíritu, y vivirán. Así sabrán que Yo soy el Señor”». Yo profeticé como se me había ordenado, y mientras profetizaba, se produjo un temblor, y los huesos se juntaron unos con otros. Al mirar, vi que los huesos se cubrían de nervios, que brotaba la carne y se recubrían de piel, pero no había espíritu en ellos. Entonces el Señor me dijo: «Convoca proféticamente al espíritu, profetiza, hijo de hombre, tú dirás al espíritu: “Así habla el Señor: Ven, espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que revivan”». Yo profeticé como Él me lo había ordenado, y el espíritu penetró en ellos. Así revivieron y se incorporaron sobre sus pies. Era un ejército inmenso. Luego el Señor me dijo: «Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos dicen: “Se han secado nuestros huesos y se ha desvanecido nuestra esperanza. ¡Estamos perdidos!” Por eso, profetiza diciéndoles: “Así habla el Señor: Yo voy a abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, Pueblo mío, a la tierra de Israel. Y cuando abra sus tumbas y los haga salir de ellas, ustedes, mi Pueblo, sabrán que Yo soy el Señor. Yo pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán; los estableceré de nuevo en su propio suelo, y así sabrán que Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré”». Palabra de Dios.
Comentario: En tiempos de exilio y de mucho desaliento, el Profeta anuncia tiempos nuevos en los cuales el Señor dará vida a los huesos resecos. En su misericordia, Dios perdonará nuestros pecados, los que resecaron nuestras relaciones y el espíritu misionero. Señor, envíanos este Espíritu nuevo.
SALMO Sal 106, 2-9
R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno!
Que lo digan los redimidos por el Señor, los que Él rescató del poder del enemigo y congregó de todas las regiones: del norte y del sur, del oriente y el occidente. R.
Los que iban errantes por el desierto solitario, sin hallar el camino hacia un lugar habitable. Estaban hambrientos, tenían sed y ya les faltaba el aliento. R.
Pero en la angustia invocaron al Señor, y Él los libró de sus tribulaciones: los llevó por el camino recto, y así llegaron a un lugar habitable. R.
Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas en favor de los hombres, porque Él sació a los que sufrían sed y colmó de bienes a los hambrientos. R.
ALELUIA Sal 24, 4. 5
Aleluia. Señor, enséñame tus senderos, guíame por el camino de tu fidelidad. Aleluia.
EVANGELIO Mt 22, 34-40
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?» Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Éste es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas». Palabra del Señor.
Comentario: Nos puede pasar, como al Doctor de la Ley, que nos preocupemos más por cumplir pequeñas normas, dejando de lado el Mandamiento más importante que es el amor a Dios y a los semejantes. ¿Puedo decir que vivo seriamente los dos Mandamientos que nos recuerda hoy Jesús?