De la feria. Morado. San Nicolás, o. (ML). Blanco.
Lectura del libro de Isaías.
Así habla el Señor: ¿No falta poco, muy poco tiempo, para que el Líbano se vuelva un vergel y el vergel parezca un bosque? Aquel día, los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán, libres de tinieblas y oscuridad. Los humildes de alegrarán más y más en el Señor y los más indigentes se regocijarán en el Santo de Israel. Porque se acabarán los tiranos, desaparecerá el insolente, y serán extirpados los que acechan para hacer el mal, los que con una palabra hacen condenar a un hombre, los que tienden trampas al que actúa en un juicio, y porque sí no más perjudican al justo. Por eso, así habla el Señor, el Dios de la casa de Jacob, el que rescató a Abraham: En adelante, Jacob no se avergonzará ni se pondrá pálido su rostro. Porque, al ver lo que hago en medio de Él, proclamarán que mi Nombre es santo, proclamarán santo al Santo de Jacob y temerán al Dios de Israel. Los espíritus extraviados llegarán a entender y los recalcitrantes aceptarán la enseñanza.
Palabra de Dios.
Comentario: Isaías realiza una dura crítica a los dirigentes, que tiranizan al pueblo, por su ceguera espiritual. En lenguaje mesiánico se refiere a “aquel día” en que, Dios vendrá a nosotros, no habrá más sorderas ni cegueras y se podrá ver todo con claridad. Todos los hombres entenderán el lenguaje de Dios y lo adorarán.
R. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.
Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo. R.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R.
Aleluia. El Señor vendrá con poder e iluminará los ojos de sus servidores. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Dos ciegos siguieron a Jesús, gritando: «Ten piedad de nosotros, Hijo de David». Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron, y Él les preguntó: «¿Creen que Yo puedo hacer lo que me piden?» Ellos le respondieron: «Sí, Señor». Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Que suceda como ustedes han creído». Y se les abrieron sus ojos. Entonces Jesús los conminó: «¡Cuidado! Que nadie lo sepa». Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.
Palabra del Señor.
Comentario: Jesús no obliga a nadie. Como en este caso, accede a curar a los dos ciegos porque son ellos los que “han creído” en él. Sólo sana a quienes depositan su confianza, únicamente entonces él interviene. Estas curaciones, como las muchas que encontramos en el evangelio, son signos que el Mesías esperado ha venido. Señor, aquí estoy; toma el timón de mi vida.