De la feria. Morado.
Prefacio de de la Pasión. Día penitencial, abstinencia.
LECTURA Jer 20, 10-13
Lectura del libro de Jeremías.
Dijo el profeta Jeremías: Oía los rumores de la gente: “¡Terror por todas partes! ¡Denúncienlo! ¡Sí, lo denunciaremos!”. Hasta mis amigos más íntimos acechaban mi caída: “Tal vez se lo pueda seducir; prevaleceremos sobre él y nos tomaremos nuestra venganza”. Pero el Señor está conmigo como un guerrero temible: por eso mis perseguidores tropezarán y no podrán prevalecer; se avergonzarán de su fracaso, será una confusión eterna, inolvidable. Señor de los ejércitos, que examinas al justo, que ves las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos!, porque a ti he encomendado mi causa. ¡Canten al Señor, alaben al Señor, porque Él libró la vida del indigente del poder de los malhechores!
Palabra de Dios.
Comentario: Jeremías es amenazado por la gente y, en medio del peligro, comprende que Dios está a su lado y que no lo abandona. Cuanto Jeremías sufre como profeta, anticipa lo que le pasará luego a Jesús y a sus discípulos de ayer y de siempre. La fortaleza está en Dios y no en quién es llamado, ni menos en el ambiente que lo pueda aplaudir u hostigar.
SALMO Sal 17, 2-7
R. Invoqué al Señor y Él me escuchó.
Yo te amo, Señor, mi fuerza, Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador. R.
Mi Dios, el peñasco en que me refugio, mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoqué al Señor, que es digno de alabanza y quedé a salvo de mis enemigos. R.
Las olas de la muerte me envolvieron, me aterraron los torrentes devastadores, me cercaron los lazos del Abismo, las redes de la muerte llegaron hasta mí. R.
Pero en mi angustia invoqué al Señor, grité a mi Dios pidiendo auxilio, y Él escuchó mi voz desde su Templo, mi grito llegó hasta sus oídos. R.
VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Jn 6, 63. 68
Tus palabras, Señor, son Espíritu y vida; Tú tienes palabras de vida eterna.
EVANGELIO Jn 10, 31-42
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Los judíos tomaron piedras para apedrear a Jesús. Entonces Jesús dijo: “Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?”. Los judíos le respondieron: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios”. Jesús les respondió: “¿No está escrito en la Ley de ustedes: ‘Yo dije: Ustedes son dioses’? Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra –y la Escritura no puede ser anulada– ¿cómo dicen: ‘Tú blasfemas’, a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: ‘Yo soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y Yo en el Padre”. Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero Él se les escapó de las manos. Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan Bautista había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: “Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad”. Y en ese lugar muchos creyeron en Él.
Palabra del Señor.
Comentario: Mientras algunos se abren a Jesús para que los sane y los salve, otros buscan eliminarlo porque molesta a sus intereses mezquinos. La razón no está en cuanto hace, sino en haberse declarado Hijo de Dios. Mientras tanto, Jesús se escurre de sus manos. Nadie puede ni podrá eliminar a Dios de su vida, aunque sí podrá aplacar su consciencia para no escucharlo.