Andrés R. M. Motto
Mis queridos, lectores, en este mes de mayo, bendecimos a Dios por el don del trabajo y le pedimos que en Latinoamérica podamos lograr el empleo pleno para nuestro pueblo. Que la gente trabaje responsablemente y que el salario sea digno. No es pedir locuras, sino lo digno.
Como personas de fe, buscamos la dignidad humana y en este artículo queremos ver qué nos enseña el Evangelio de Mateo sobre la fe. Las primeras palabras públicas de Jesús son un llamado a volver a Dios (Mt 4,17). Ese volver a Dios implica la fe. En el relato de la curación del servidor del centurión romano, aparece el tema de la fe, pero curiosamente señalando que no encontró en Israel una persona con tanta fe como este extranjero (Mt 8, 10). Mateo remarca que desde el principio la fe encontró un lugar en los forasteros, en los lejanos. A principios del Evangelio, los reyes Magos son los primeros en adorar al niño Jesús (Mt 2, 11) y, en la crucifixión, el centurión y varios de sus soldados, ―todos extranjeros―, confiesan a Jesús como Hijo de Dios (Mt 27, 54). Estos textos nos enseñan que la fe no se sostiene desde el orgullo de sentirse elegidos o ser la casta, sino que ella florece en aquellos que aceptan a Dios en su corazón, sean del lugar o raza que sean. Es la fe lo que crea al Nuevo Pueblo de Dios.
San Mateo resalta la fe de los hombres que llevaron al paralítico a Jesús (Mt 9, 2) y de la mujer que había estado enferma durante doce años por la fe tiene la valentía de tocar a Jesús: “Tu fe te ha salvado” (Mt 9, 22). Cuando Jesús sana a dos ciegos, les dice: “Que suceda como han creído” (Mt 9, 29). En la curación de la hija de la mujer cananea, Jesús le señala a su madre: “¡Mujer, grande es tu fe!” (Mt 15, 28). El evangelista expresa que la fe es el elemento necesario para que el poder de Dios pueda actuar. De este modo, la fe abre las puestas a la sanación que Dios quiere dar a todos.
Observemos que San Mateo destaca más que los demás evangelistas una actitud frente a la fe. Vinculada a la carencia, no a la abundancia de esta virtud. Además, se refiere particularmente a la “persona de poca fe”. Por ejemplo, en el relato de la tormenta en el lago, Jesús dice a sus discípulos: “¿Por qué tienen miedo, personas de poca fe?” (Mt 8, 26). Lo mismo pasó cuando ellos confunden sus palabras acerca de la levadura de los fariseos y de los saduceos con una reflexión literal acerca del pan que comían “¿Qué están comentando, hombres de poca fe? (Mt 16,8). En el relato de la curación del niño epiléptico, Jesús les dice a sus discípulos que era debido a su “poca fe” que no fueron capaces de curar al niño (Mt 17, 20). Asimismo, Jesús le indica a Pedro que, por motivo de su poca fe, él dudó y comenzó a hundirse en su intento de caminar sobre el agua (Mt 14, 31). En estos textos, san Mateo nos confronta con nuestra “poca fe”. Ella es el fundamento por el cual no creemos en serio, no aceptamos realmente que Dios sigue actuando aquí y ahora. No entendemos su actuar y nos negamos a aceptar que lo maravilloso puede seguir ocurriendo. La oración profunda nace de la fe que acepta con familiaridad que Dios pueda seguir actuando en este momento.
Por eso, el Apóstol insiste que el proceso de la fe es dinámico, que toca toda nuestra vida (no sólo un aspecto) y determina un estilo de vida en las personas que han encontrado a Jesús o que se han dejado encontrar por Él. Esto genera un nuevo modo de ser inspirado en el amor a Jesús, que nos lleva a servir al prójimo, en especial al pobre y el sufriente.
San Mateo subraya que la fe significa confianza absoluta, es aceptar que no quedaré defraudado si me apoyo en Dios. Solo así se entiende que la fe sea eficaz y engendre acciones y decisiones que expresan una manera de ser centrada en la confianza absoluta en Jesús. Asimismo, hay que señalar que la fe es una experiencia personal de confianza en Dios. Es decir, la experiencia formidable de aceptar a Jesús como el Hijo de Dios. Por tanto, la fe es un camino de conocimiento cada vez más profundo de Dios manifestado en Jesús. Bien mis lectores, nos vemos el mes próximo.
Andrés R. M. MOTTO
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