Los discípulos de Jesús se ven obligados a enfrentar una situación peligrosa, las olas golpeaban la barca y la sacudían. Es una realidad que describe una existencia atormentada por la hostilidad de las dificultades internas como externas. No obstante, Jesús resucitado está con ellos y los asiste. Aunque debieron acostumbrarse al hecho de que él no estuviera en forma visible y sensible. “Forma” que hoy como cristianos también debemos asumir y, si verdaderamente, confiamos en él, no podemos dudar de su ayuda y cercanía.
Tres aspectos para destacar: primero, el ideal de participación es confiado a los que lo siguen; él nos invita a continuar su obra. Segundo, los discípulos tienen que atravesar el mar. Somos una comunidad en misión, con dificultades, y tenemos que responder ante las exigencias del anuncio; tercero, los discípulos son enviados a la otra orilla del lago; debemos comunicar a Jesús allí donde no se conoce, se ignora o no se ama.
Y el viento era contrario… es una situación que denota la fragilidad de la barca, que sucumbe ante la oscuridad y los desafíos que enfrenta la comunidad cristiana. El contexto social y eclesial que vivimos como Iglesia nos lleva a ser prudentes, ante tantas situaciones de escándalo que han menoscabado la estabilidad y la credibilidad de la Iglesia. No podemos titubear y perturbar nuestra fe. Sabemos que el Espíritu Santo asiste a la Iglesia y la sostiene; por lo tanto, mirarla con benevolencia nos ayudaría a entender las miserias del corazón.
Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste? La duda de Pedro es lo opuesto al riesgo ante los desafíos. No es el riesgo que lo hace hundir, sino esa duda que atemoriza y paraliza. Por eso, al participar de la vida de Jesús y de su proyecto, nos empapamos de valor para superar los desafíos y obstáculos, sin pretender –como algunos? que las cosas se resuelvan por medio de un milagro. No es que no existan, sino que habrá que esperarlo, en medio de la duda, hasta que hayamos hecho todo lo que esté de nuestra parte. Este es el gran acto de fe, que debemos hacer como “creyentes”: ser hijos de Dios que, aun en las tinieblas, seguimos a Jesús, convencidos de que él nos ama y acompaña.
“Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”, Mt 14, 31.
P. Fredy Peña T., ssp