El Reino de Dios no irrumpe, como muchos creían, por medio de la violencia, la rebelión armada o por el estudio ensimismado de la Biblia hasta la llegada del Mesías. Al contrario, el reinado de Jesús, proclamado en las Bienaventuranzas, se hace presente con amor desbordante, lleno de compasión y de misericordia. Por eso, esta carta magna de la caridad resulta ser enunciado de valores, de superación y no mandato como el decálogo del Sinaí. Su hilo conductor tiene relación con el tema del Reino de Dios y su justicia.
Este anuncio “feliz” contempla la gran bendición para los pobres y discriminados, mientras que los poderosos e incrédulos se arriesgan a quedarse fuera de él. Cabe la pregunta: ¿Por qué el Reino de Dios es una Buena Noticia para los “pobres”? ¿Tienen una categoría superior que los demás para merecer tal privilegio? Ciertamente que no. Pero Jesús no dice que estos sean más buenos o virtuosos, sino que sufren injustamente y están bajo la preocupación y la bendición de Dios. En efecto, Jesús manifiesta esa “predilección” no porque se lo merezcan sino porque lo necesitan. Solo así se entiende que las Bienaventuranzas contemplen la denuncia de mezquindades, la premura de la misericordia y el don de la alegría que trae el Reino de Dios.
Asimismo, las Bienaventuranzas no han sido proclamadas únicamente para los “pobres”, sino para todo aquel que está abierto al don de Dios y desea vivir las virtudes cristianas, que son el perfil del “pobre” que ha escuchado el mensaje de Jesús. Además, estas no son solo sentencias que se cumplirán en el futuro, sino que se plasman en lo cotidiano cada vez que buscamos hacer lo que hizo el propio Jesús. Por eso, .
“Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo…” (Mt 5, 12).
P. Fredy Peña T., ssp
2 Comments
Muy bonito, la ayuda les llegará a aquellos que estén dispuestos a merecerlos y que lo necesiten. Siempre hay que ayudar a los bienaventurados.
Muchas gracias.