El evangelista Juan nos describe el qué, cómo y para qué Jesús ha venido a revelarnos esta Palabra que se encarnó en la historia y puso su morada entre nosotros. El término logos significa “Palabra”, como aparece en el prólogo de san Juan. ¿Y qué es esta Palabra? Es la fuerza creadora que da vida a todo y que en esta Navidad viene a darnos la luz a nuestro espíritu y al corazón que busca trascender, a pesar de nuestras iniquidades y faltas de amor. Acogemos la Buena Noticia del Niño Dios con esperanza, porque por medio de esa Palabra fue llamado Hijo del hombre y se proclamó Hijo de Dios. Sí, es la Palabra que desde siempre está junto al Padre y es Dios. Esta Palabra, objeto del testimonio de los profetas y los sabios, jamás fue conocida por ellos. Es decir, intuyeron al Mesías pero no alcanzaron a constatar la revelación del Verbo en la persona de Jesús, a diferencia de todo creyente que sí ha tenido el privilegio de conocer a Dios por medio de su Palabra y Espíritu.
Por su parte, Jesús es la sabiduría creadora de Dios y está junto a él para llevar a los que creen en esta Buena Noticia a una “vida nueva”. Esta Palabra encarnada también es luz y amor. Luz que busca iluminar a todo creyente y sacarlo de las tinieblas, aquellas fuerzas de muerte que obran en la sociedad y que se oponen a la práctica de las obras de la luz. Por otra parte, es amor porque genera vida y ama hasta las últimas consecuencias dando la propia vida. Solo el amor fiel de Jesús pudo superar a la propia Ley que lo condenó a muerte; por tanto, la vida reside en el amor fiel que se dona hasta el fin. Por eso Jesús, la Palabra hecha carne, viene a regalarnos, en esta Navidad, un vínculo de amor con el Padre para que podamos llegar a ser hijos de Dios.
“Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que es Dios y está en el seno del Padre” (Jn 1, 18).
P. Fredy Peña T., ssp