La oración de alabanza de Jesús es una acción de gratitud hacia el Padre, por haber revelado «esas cosas» a los pequeños e invita a todos los que se sienten «cansados», porque solo en él encontrarán consuelo. Llama la atención que esta oración de alabanza esté precedida por el fracaso de su ministerio, porque ni los sabios ni entendidos, es decir, los sacerdotes, fariseos, escribas y saduceos han acogido su mensaje. Ante estos hechos, Jesús percibe que el Padre es contrario al orgullo humano y por eso se revela a los humildes.
De este modo, los engreídos u orgullosos no pueden entender esas cosas; pero los humildes, sí. ¿Por qué los «engreídos» no reconocen esa sabiduría de Dios? Porque han cerrado su corazón a las verdades del Espíritu; se han endiosado con su ciencia y han rechazado la gracia; prefieren ser autosuficientes y no depender de Dios. En cambio, quienes han sabido estar abiertos al don de Dios, experimentan que él es más grande que ellos y asumen que la humildad como virtud es el mejor camino para conocerlo. Además, contemplar la vida con los ojos de la fe es una ganancia, porque lleva a mirarla ya no desde la desesperanza sino con esperanza.
Comprender el sentido de las obras de Jesús no es fácil, ya que generalmente estas no vienen cargadas de espectacularidad o de autoridad, sino con la simplicidad y el amor que caracteriza su mesianismo. Porque solo la limpieza del corazón o la ausencia de todo interés mezquino y la apertura al Espíritu Santo es lo que permite discernir, en las obras que él realiza, la presencia de Dios Padre. Discernir su presencia es lo que nos lleva a crecer y a madurar en humildad y mansedumbre. No obstante, a estas virtudes no se llega por un mérito personal, sino por una caridad paciente con uno mismo y con los demás. Por eso, Jesús no niega su cruz ni la nuestra, pero se ofrece a cargar las durezas de la vida para que no andemos «solos», sino en su compañía y al estilo de él.
«Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré» (Mt 11, 28).
P. Fredy Peña T., ssp
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