La parábola del buen pastor está inspirada en Ezequiel 34, donde el profeta manifiesta los defectos de los líderes religiosos, que usufructúan del pueblo. Jesús, que busca servir y no ser servido, desenmascara a los falsos líderes o pastores de su tiempo, ya que no cumplían con su responsabilidad. Sus malas intenciones y prácticas solo manipulaban al pueblo, en vez de conducirlo a la vida en plenitud.
Es sabido que la vida pastoril es muy sacrificada. En efecto, los pastores reunían por la noche a sus ovejas en un único corral y por la mañana cada pastor llamaba a sus ovejas para sacarlas a pastar. Por eso Jesús contrapone la figura del ladrón-salteador, porque este no entra por la puerta, como el buen pastor que sí entra por la puerta y llama a sus ovejas por su nombre. Jesús, que sabe liderar, ama a sus ovejas (personas) y no les aplica violencia, es decir, las respeta en su identidad. Por eso que su actividad como pastor se expresa en orientar y llevar a las personas a una vida plena y feliz.
Lamentablemente, esta nueva propuesta de liderazgo presentada por Jesús no la acep-taron los líderes religiosos, como muchos hoy. No porque no pudieran, sino porque afectaba sus propios intereses. No obstante, Jesús se autodefine como la puerta, pues él es el acceso a esta nueva forma de pastorear y cuidar a su pueblo. El Señor se convierte en el punto de referencia para todo lo que el ser humano sueña y realiza. Entrar por la puerta es salvarse, adherirse a la vida y no a la muerte.
Quienes se deciden a entrar han de discernir entre dos tipos de liderazgo: el falso, que roba y destruye; y el verdadero, que comunica vida en abundancia. Jesús nunca aprovechó su liderazgo, sabiduría y poder para sacar alguna ventaja. Al contrario, no se sirvió de su pueblo, sino que se donó completamente, entregando su vida.
Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento (Jn 10, 9)
Fredy Peña T.