P. Fredy Peña T., ssp
Jesús llama a sus discípulos no solo para que lo sigan, sino para que se adhieran a él en la fe y prolonguen su obra y misión. Por eso se entiende su pregunta a los discípulos de Juan: ¿Qué buscan?, es decir, cuál es su interés, para que tomen conciencia de su propia situación ante él, y qué quieren hacer de su vida. Porque el seguimiento de Jesús consiste en vivir al modo de Dios, pues él, –único, rabbí o maestro–, señala el camino.
Asimismo, el llamado de Jesús implica el «compromiso» con su persona y el testimonio de vida. Si bien los discípulos han acogido el llamado, reconocen que el Maestro tiene algo que enseñarles que ellos aún no conocen. Sin embargo, una vez que aprenden la lección evangélica, estos han de dar ejemplos de vida cristiana y, por tanto, esa experiencia de vida con Jesús no puede confinarse ni encerrarse. La fe no es únicamente para vivirla
de forma intimista o personal con Dios, sino que es para compartirla con los hermanos; de lo contrario, se debilita y en algún momento muere.
Por eso que al constatar el vengan y lo verán, los discípulos de Juan se dieron cuenta de que Jesús no les prometía fama, dinero, estatus o privilegios, porque simplemente, él lo llena todo. En efecto, no es que el dinero, el estatus o los propios bienes sean malos en sí mismos, lo malo está cuando somos esclavos de esas cosas y no señores. Y lo que es peor, nuestra vida girará en torno a esos intereses. Por tanto, el camino del seguimiento a Cristo invita al desprendimiento absoluto y a dejarse llevar por una vida sensata: «La sabiduría se deja ver fácilmente por los que la aman, y encontrar por los que la buscan» (Sab 6, 12). Solo desde esta perspectiva se entiende que todo «llamado» implica asumir un discipulado misionero ministerial para todo creyente y que nos lleva a reflexionar en esto: «se salva solo el que tiene interés por salvar a otros».
«Ellos le respondieron: “Rabbí –que traducido significa Maestro– ¿dónde vives?”. “Vengan y lo verán”, les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día» (Jn 1, 38-39).
Complementa tu reflexión personal al Evangelio del domingo con estos aportes de SAN PABLO: