Para el mundo creyente, el nacimiento de Jesús produce un sinnúmero de reacciones. Por eso, para los pastores fue como una liturgia celestial en la que intervienen una estrella, el coro de los ángeles y estos últimos –representantes de los hombres de buena voluntad–, los únicos que van inmediatamente a adorar a un recién nacido. La llegada del Niño Dios es para los pastores acoger lo que viene del cielo en armonía con la adoración de los pobres que reciben la buena noticia y se alegran porque han sido sorprendidos con una hermosa noticia: Jesús.
Asimismo, los pastores, después de constatar el nacimiento, quieren comunicar esta Buena Nueva a todos y se convierten en los primeros misioneros del Niño Dios. Sin duda, es un preanuncio de la Iglesia de los pobres que reconoce, celebra y glorifica a Dios revelado en la debilidad de un Niño. Aquel “preanuncio” ratifica la idea de que la propagación de la persona de Jesús produce paz y alegría: quien es evangelizado se convierte en evangelizador y feliz. Porque únicamente quienes se toman en serio su fe en el Señor lo pueden anunciar. Sobre todo cuando las enseñanzas de Jesús nos cambian la vida, podemos dar ese paso de fe y de riesgo que es anunciarlo.
Entender desde esta perspectiva la fe en el “Niño Dios” es entrar en la madurez de los hijos de Dios, pues su Palabra es como un tesoro que debe custodiarse y defenderse en el corazón. No necesita armas, soldados ni privilegios… Solamente corazones como el de los Magos de Oriente, por ejemplo, pues tenían fe y supieron descubrir en el brillo de esa estrella diminuta el paso de Dios por sus vidas. Y es que hace falta tener el corazón limpio para escuchar la voz de Dios. Voz que no quiso escuchar el rey Herodes, pues recibió también una invitación de Dios para sumarse a la adoración, pero su egoísmo y ansías de poder fueron más fuertes que el amor al Niño Dios. Hoy, los ángeles del cielo nos invitan, al igual que a los pastores, a dar un salto cualitativo en la fe, porque el Niño Dios nos lleva a adorar, con alegría, el encuentro entre el cielo y la Tierra.
“¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo” (Mt 2, 2).
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