El Ángel Gabriel anunció a María que iba a ser milagrosamente mamá, y que su anciana prima Isabel, milagrosamente, también esperaba familia desde hacía seis meses.
La visita del Ángel causó en María estupor, alegría, sorpresa… le cambió los planes de su noviazgo con José y el futuro imaginado… y con ese clima interior fue a visitar a su prima.
Esta visita tiene una particularidad: no es un milagro, no es una visión ni una aparición. Se trata de un acto de amor y servicio a una mujer entrada en años con los problemas de su embarazo, un acto de vida, entre dos primas que esperan milagrosamente familia.
Isabel la recibe con exclamaciones que se hicieron una oración que está en los labios de todos los creyentes, en los momentos lindos y en los tristes o de necesidad, cuando pedimos la ayuda divina.
Con su visita María comunica a Isabel la presencia del Hijo de Dios en su seno virginal. Su cuerpo ya es el templo del Espíritu Santo e Isabel siente la fuerza del Espíritu en su hijo, que saltó de alegría en su vientre.
Así se cumplía la profecía del Ángel a Zacarías: el hijo que nacerá de Isabel estaría lleno del Espíritu desde el seno de su madre.
María, mujer, Madre de Dios y Virgen, es un ejemplo de sencillez y de humildad. Su alegría se hace canto y promueve la dignidad de los hombres necesitados y humildes en el maravilloso plan de Dios.
Así son las personas maravillosas: simples como María e Isabel, y con tiempo para dedicarse a los demás con el pensamiento, el corazón y el servicio concreto. Y también tiempo material para compartir los momentos lindos que nos regala la vida.
“En adelante todas las generaciones me llamarán Feliz” (Lc 1, 48).
P. Aderico Dolzani, ssp.