El Espíritu Santo y la libertad del cristiano fue el tema central de la catequesis que el Papa Francisco desarrollo este miércoles durante la Audiencia General. En general, el Santo Padre recordó a los presentes la importancia de ser hombres y mujeres libres al modo de Jesús, vale decir, bajo la inspiración del Paráclito que envío como inspiración, guía y compañía, resaltando que la libertad no se trata de hacer simplemente lo que uno quiere, ya que solo es verdadera cuando se expresa a través del servicio.
En primer lugar, el Pontífice manifestó que lo primero que conocemos de una persona es su nombre. Y en este caso, el Espíritu Santo también tiene uno, más allá de la versión latinizada con que lo conocemos tradicionalmente y se trata de Ruah, una palabra que contene la primera revelación fundamental sobre su persona y su función.
“El nombre del Espíritu, aquel por el que lo conocieron los primeros destinatarios de la revelación, con el que lo invocaron los profetas, los salmistas, María, Jesús y los Apóstoles, es Ruah, que significa soplo, viento, aliento”, explicó el Pontifice, añadiendo luego que “la imagen del viento sirve ante todo para expresar el poder del Espíritu Santo. “Espíritu y poder”, o “poder del Espíritu” es una combinación recurrente en toda la Biblia. De hecho, el viento es una fuerza arrolladora, una fuerza indomable, es capaz incluso de mover los océanos.
Y junto a esa manifestación del poder de Dios, el Obispo de Roma, sostuvo que el Evangelio pone en evidencia otra característica del Espíritu Santo: la libertad. “El viento sopla donde quiere, no sabes de dónde viene ni adónde va”, dijo, recordando las palabras de Jesús a Nicodemo, para clarificar que, en consecuencia, “el Espíritu Santo no se puede encerrar ni reducir en teorías o conceptos meramente humanos”.
“Pretender encerrar al Espíritu Santo en conceptos, definiciones, tesis o tratados, como a veces ha intentado hacer el racionalismo moderno, significa perderlo, anularlo, reducirlo al espíritu puramente humano, un espíritu simple. Existe, sin embargo, una tentación similar en el ámbito eclesiástico, y es la de querer encerrar al Espíritu Santo en cánones, instituciones, definiciones. El Espíritu crea y anima las instituciones, pero Él mismo no puede ser “institucionalizado”, “cosificado”. El viento sopla “donde quiere”; del mismo modo, el Espíritu distribuye sus dones “como quiere””, afirmó Francisco.
Luego, el Vicario de Cristo recordó a san Pablo, quien afirmaba que “donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad”, por lo tanto, siguiendo lo expuesto por el Papa, debemos ser capaces de comprender que “una persona libre, un cristiano libre, es aquel que tiene el Espíritu del Señor”.
Sin embargo, Francisco expuso que esto conlleva un riesgo, en la medida que la libertad puede entenderse de diversas maneras, incluso convirtiéndose en una suerte de pretexto para hacer lo que uno desea. Por eso fue claro al sostener que, siguiendo al Apóstol, la libertad cristiana consiste en adherir libremente a la voluntad de Dios. Y esto se expresa en el amor y en el servicio a los demás, tal como nos enseñó Jesús con su propia vida.
“Sabemos bien cuándo esta libertad se convierte en un «pretexto para la carne». Pablo da una lista siempre actual: «Fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicerías, enemistades, discordias, celos, disensiones, divisiones, facciones, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes». Pero también lo es la libertad que permite a los ricos explotar a los pobres, es una fea libertad que permite a los fuertes explotar a los débiles, y a todos explotar impunemente el entorno. Y ésta es una libertad fea, no es la libertad del Espíritu”, dijo.
Frente a esa realidad el Papa fue claro: “No es libertad para hacer lo que uno quiera, ¡sino libertad para hacer libremente lo que Dios quiera! No libertad para hacer el bien o el mal, sino libertad para hacer el bien y hacerlo libremente, es decir, por atracción, no por constricción. En otras palabras, libertad de hijos, no de esclavos”, enfatizando también que “se trata de una libertad que se expresa en lo que parece ser su opuesto, se expresa en el servicio, y en el servicio está la verdadera libertad”.
El Sucesor de Pedro cerró su catequesis recordando las palabras de Jesús, “Si el Hijo los hace libres, serán realmente libres”, por lo que invito a los presentes a pedir al Señor que los haga, través de su Espíritu Santo, “hombres y mujeres auténticamente libres. Libres para servir, en el amor y la alegría”.
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