Continuando con el ciclo de catequesis sobre la oración, el Papa Francisco dedicó este miércoles su Audiencia General al tema “La oración vocal”, a partir de la lectura del Salmo 130 (129) 1-5. El Santo Padre recordó que la oración es un momento de encuentro con Dios en el que, muchas veces, las palabras ayudan a expresar aquello que cada persona guarda en su corazón.
“La oración es diálogo con Dios; y toda criatura, en un cierto sentido, “dialoga” con Dios. En el ser humano, la oración se convierte en palabra, invocación, canto, poesía… La Palabra divina se ha hecho carne, y en la carne de cada hombre la palabra vuelve a Dios en la oración”, dijo el Pontífice.
Francisco explicó que las palabras son nuestras criaturas, pero también nuestras madres, y de alguna manera nos modelan: nos hacen avanzar sin peligro por los valles oscuros, dirigiéndonos hacia prados verdes y ricos de aguas. “Las palabras esconden sentimientos, pero existe también el camino inverso: ese en el que las palabras modelan los sentimientos. La Biblia educa al hombre para que todo salga a la luz de la palabra, que nada humano sea excluido, censurado. Sobre todo, el dolor es peligroso si permanece cubierto, cerrado dentro de nosotros… Un dolor cerrado dentro de nosotros, que no puede expresarse o desahogarse, puede envenenar el alma; es mortal”, manifestó.
Por esta razón, continuó el Papa, la Sagrada Escritura también nos enseña a rezar con palabras audaces, ya que, por ejemplo “en los salmos encontramos también expresiones muy duras contra los enemigos —expresiones que los maestros espirituales nos enseñan para referirnos al diablo y a nuestros pecados—; y también son palabras que pertenecen a la realidad humana y que han terminado en el cauce de las Sagradas Escrituras. Están ahí para testimoniarnos que, si delante de la violencia no existieran las palabras, para hacer inofensivos los malos sentimientos, para canalizarlos para que no dañen, el mundo estaría completamente hundido”.
LA ORACIÓN VOCAL ES LA MÁS SEGURA
El Obispo de Roma manifestó que la oración humana es siempre una recitación vocal, pero, aclaró, no se trata solo de repetir palabras sin sentido, sino de comprender que “la oración vocal es la más segura y siempre es posible ejercerla”. La oración del corazón siempre es misteriosa, mientras que la oración de los labios “está siempre disponible, y es necesaria como el trabajo manual”.
“A los discípulos, atraídos por la oración silenciosa de su Maestro, éste les enseña una oración vocal: el “Padre Nuestro”». “Enséñanos a rezar”, piden los discípulos a Jesús, y Jesús enseña una oración vocal: el Padre Nuestro. Y en esa oración está todo”, añadió.
LOS GRANDES INTERCESORES
Francisco valoró la oración de los ancianos en las iglesias. Ellos recitan a media voz las oraciones que aprendieron de niños, llenado los pasillos de susurros que no incomodan el silencio, sino que “testimonian la fidelidad al deber de la oración, practicada durante toda la vida, sin fallar nunca”, sostuvo. A su modo de ver, ellos son los grandes intercesores de las parroquias, transformándose en “los robles que cada año extienden sus ramas, para dar sombra al mayor número de personas. Solo Dios sabe cuánto y cuándo su corazón está unido a esas oraciones recitadas: seguramente también estas personas han tenido que afrontar noches y momentos de vacío. Pero a la oración vocal se puede permanecer siempre fiel. Es como un ancla: aferrarse a la cuerda para quedarse ahí, fiel, suceda lo que suceda”.
NO DESPRECIAR LA ORACIÓN VOCAL
Por lo tanto, no debemos despreciar la oración vocal ni menos caer en la soberbia de despreciarla, como algo destinado solo a los niños o a la gente ignorante, por cuanto, dijo el Santo Padre, esta es la oración de los sencillos, la que nos ha enseñado Jesús.
“Las palabras que pronunciamos nos toman de la mano; en algunos momentos devuelven el sabor, despiertan hasta el corazón más adormecido; despiertan sentimientos de los que habíamos perdido la memoria, y nos llevan de la mano hacia la experiencia de Dios. Y sobre todo son las únicas, de forma segura, que dirigen a Dios las preguntas que Él quiere escuchar. Jesús no nos ha dejado en la niebla. Nos ha dicho: “¡Vosotros, cuando recéis, decid así!”. Y ha enseñado la oración del Padre Nuestro”, concluyó.