En la víspera de la Solemnidad de la Anunciación del Señor, el papa Francisco dedicó su catequesis de los días miércoles al tema de la oración en comunión con María. El Santo Padre presentó a la Virgen como la madre, la que indica el camino y la primera discípula de Jesús, enfatizando, sin embargo, que Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, el “puente que atravesamos para dirigirnos al Padre”, ya que, indicó “cada oración que elevamos a Dios es por Cristo, con Cristo y en Cristo, y se realiza gracias a su intercesión. El Espíritu Santo extiende la mediación de Cristo a todo tiempo y todo lugar: no hay otro nombre en el que podamos ser salvados”.
El Obispo de Roma destacó que María ocupa un lugar privilegiado en la vida y en la oración del cristiano, por su rol de madre de Jesús. Recordó como en la iconografía cristiana su presencia tiene gran protagonismo, “pero siempre en relación al Hijo y en función de Él”, y como en las Iglesias de Oriente la han representado a menudo como la Odighitria, vale decir, como “aquella que indica el camino”, que no es otro que Jesucristo.
EL ROL DE LA VIRGEN MARÍA
“Sus manos, sus ojos, su actitud son un “catecismo” viviente y siempre apuntan al fundamento, el centro: Jesús. María está totalmente dirigida a Él. Hasta el punto que podemos decir que es más discípula que Madre. Esa indicación, en las bodas de Caná, María dice “haced lo que Él os diga”. Siempre señala a Cristo; es la primera discípula”, explicó Francisco.
De ese modo, para el Papa, María consagró su rol: ser humilde sierva del Señor. “A un cierto punto, en los Evangelios, ella parece casi desaparecer; pero vuelve en los momentos cruciales, como en Caná, cuando el Hijo, gracias a su intervención atenta, realizó la primera “señal”, y después en el Gólgota, a los pies de la cruz”, dijo.
El Pontífice añadió que, si bien es cierto que la piedad cristiana siempre le confiere a la Virgen títulos hermosos, tal como lo hace un hijo a su madre, hay que tener cuidado. “Las cosas que la Iglesia y los santos le dicen a María, las cosas bonitas, no quitan nada a la unicidad redentora de Cristo”, ya que “Él es el único Redentor”. Por tanto, todos esos títulos son solo “expresiones de amor como hace un hijo a su madre, a veces exageradas”.
PRESENCIA EN LA VIDA DEL CRISTIANO
Francisco continuó su catequesis evocando el momento en que Jesús extendió la maternidad de María a todo el mundo, al encomendársela al discípulo amado poco antes de morir en la cruz. “Desde ese momento, todos nosotros estamos colocados bajo su manto, como se ve en ciertos frescos y cuadros medievales. También la primera antífona latina – Sub tuum praesidium confugimus, sancta Dei Genitrix: la Virgen que, como Madre a la cual Jesús nos ha encomendado, envuelve a todos nosotros; pero como Madre, no como diosa, no como corredentora: como Madre”, precisó.
“María está siempre presente en la cabecera de sus hijos que dejan este mundo”, manifestó Francisco, “y ha estado presente en los días de pandemia, cerca de las personas que lamentablemente han concluido su camino terreno en una condición de aislamiento, sin el consuelo de la cercanía de sus seres queridos. María está siempre allí, junto a nosotros, con su ternura materna”.
Por eso, sostuvo el Pontífice, las oraciones dirigidas a ella no son vanas: las escucha como madre; como mujer del “sí” que ha acogido con prontitud la invitación del Ángel, como tal, responde también a nuestras súplicas, escucha nuestras voces, incluso aquellas que permanecen encerradas en el corazón.
“María nos defiende en los peligros, se preocupa por nosotros, también cuando nosotros estamos atrapados por nuestras cosas y perdemos el sentido del camino, y ponemos en peligro no solo nuestra salud sino nuestra salvación. María está allí, rezando por nosotros, rezando por quien no reza. Rezando con nosotros. ¿Por qué? Porque ella es nuestra Madre”, concluyó el Papa.