“Los pastores son puentes entre el pueblo al que pertenecen y Dios, al que pertenecen por vocación”. Esa es la enseñanza que hoy compartió el Papa Francisco, en su ciclo de catequesis semanal dedicada a la oración, que realiza todos los miércoles.
El Papa abordó la figura de Moisés, a quien representa como un hombre cuyos sueños de gloria se han hecho trizas y es un fugitivo en la tierra de Madían. “Moisés ya no es un funcionario prometedor, destinado a una carrera rápida, sino alguien que se ha jugado las oportunidades, y ahora pastorea un rebaño que ni siquiera es suyo”, dice el Papa. Sin embargo, Dios lo elige: “es precisamente en el silencio del desierto de Madián donde Dios convoca a Moisés a la revelación de la zarza ardiente: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.» Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios»”
A Dios que le habla, que le invita a ocuparse de nuevo del pueblo de Israel, Moisés opone sus temores y sus objeciones: no es digno de esa misión, no conoce el nombre de Dios, no será creído por los israelitas, tiene una lengua que tartamudea… Y así tantas objeciones, tal vez actuando como cualquiera de nosotros lo haría. Y sin embargo, acepta.
“Encargado por Dios de transmitir la Ley a su pueblo, fundador del culto divino, mediador de los misterios más altos, no por ello dejará de mantener vínculos estrechos con su pueblo, especialmente en la hora de la tentación y del pecado. Siempre ligado al pueblo. Moisés nunca perdió la memoria de su pueblo”, explicó Francisco.
Y más aún, agrega el Papa. Lo hace sin vanagloriarse, siendo humilde: “a pesar de su condición de privilegiado, Moisés no deja de pertenecer a ese grupo de pobres de espíritu que viven haciendo de la confianza en Dios el consuelo de su camino. Es un hombre del pueblo”.
De este modo, la intercesión se transforma en la forma más propia de rezar de Moisés. “La Escritura lo suele representar con las manos tendidas hacia lo alto, hacia Dios, como para actuar como un puente con su propia persona entre el cielo y la tierra”, señaló el Santo Padre. Más aún: “Moisés no cambia al pueblo. Es el puente, es el intercesor. Los dos, el pueblo y Dios y él está en el medio. No vende a su gente para hacer carrera. No es un arribista, es un intercesor: por su gente, por su carne, por su historia, por su pueblo y por Dios que lo ha llamado. Es el puente. Qué hermoso ejemplo para todos los pastores que deben ser “puente”.
Esa es la misión que los pastores de la Iglesia deben aprender hoy de Moisés: ser puentes entre Dios y la gente, adoptando la actitud de intercesión que les permita tender lazos entre el Señor y el pueblo. Moisés reza a través de la intercesión. Su actitud es como la de los santos que, a imitación de Jesús, son puentes entre Dios y su pueblo: nos insta a rezar como Jesús, intercediendo por el mundo.
“Moisés nos anima a rezar con el mismo ardor que Jesús, a interceder por el mundo, a recordar que este, a pesar de sus fragilidades, pertenece siempre a Dios. Todos pertenecen a Dios. Los peores pecadores, la gente más malvada, los dirigentes más corruptos son hijos de Dios y Jesús siente esto e intercede por todos. Y el mundo vive y prospera gracias a la bendición del justo, a la oración de piedad, a esta oración de piedad, el santo, el justo, el intercesor, el sacerdote, el obispo, el Papa, el laico, cualquier bautizado eleva incesantemente por los hombres, en todo lugar y en todo tiempo de la historia. Pensemos en Moisés, el intercesor. Y cuando nos entren las ganas de condenar a alguien y nos enfademos por dentro -enfadarse hace bien, pero condenar no hace bien-intercedamos por él: esto nos ayudará mucho”, concluye la catequesis del Papa.