El testimonio de los mártires, ayer y hoy, fue el núcleo de la Catequesis que el Santo Padre desarrolló esta semana, en el marco de la Audiencia General de los días miércoles. Para el Santo Padre, podría parecer que la realidad de dar la vida por el anuncio de la Buena Nueva es algo que solo sucedía en el comienzo de la vida de la Iglesia, sin embargo, recalcó que en el mundo de hoy siguen existiendo personas que son perseguidas, y que están dispuestas a dar su vida por Cristo.
Francisco comenzó su intervención explicando que la palabra martirio proviene del griego y significa dar testimonio. El primer mártir fue Esteban, que murió apedreado por confesar su fe en Cristo. Los mártires, por tanto, son hijos e hijas de la Iglesia —de diversas edades, lugares, lenguas, naciones— que han dado la vida por amor a Jesús.
“Un mártir es un testigo, uno que da testimonio hasta derramar la sangre. Sin embargo, enseguida en la Iglesia se usó la palabra mártir para indicar a quien daba testimonio hasta el derramamiento de la sangre. Es decir, en un principio la palabra mártir indicaba el testimonio dado todos los días, luego se utilizó para indicar al que da vida con el derramamiento”, manifestó.
El Santo Padre preciso que los martires no son héroes individuales que actuaron por si solos, “como flores que han brotado en un desierto”, sino que son frutos maduros y excelentes de la viña del Señor, que es la Iglesia, por cuanto el dinamismo espiritual que los impulsaba al sacrificio es algo que se va configurando en la celebración de la Eucaristía.
“Los cristianos, participando asiduamente a la celebración de la Eucaristía, eran conducidos por el Espíritu a configurar su vida en la base de ese misterio de amor: es decir, sobre el hecho que el Señor Jesús había dado su vida por ellos y, por tanto, también ellos podían y debían dar la vida por Él y por los hermanos”, precisó.
Para el Pontífice, el camino del mártir implica una gran generosidad y una forma de testimonio cristiano que debemos entender como una “dinámica de gratitud y de intercambio gratuito del don”. Siguiendo a san Agustín, dijo el Papa, el dinamismo espiritual que los animaba surgió del conocimiento profundo del sacrificio del Señor, por cuanto, sostuvo, “los mártires aman a Cristo en su vida y lo imitan en su muerte”.
Francisco recordó que el Concilio Vaticano II asemeja a los mártires con Cristo en la efusión de la sangre y su muerte es estimada por la Iglesia “como don insigne y prueba suprema de caridad“.
“Los mártires, a imitación de Jesús y con su gracia, convierten la violencia de quienes rechazan el anuncio en una gran ocasión de amor, supremo de amor, que llega hasta el perdón de sus propios verdugos”, añadió el Papa.
Francisco se detuvo en el perdón de los mártires hacia sus verdugos y afirmó, tal como se lee en la Lumen gentium, que “aunque sean pocos los llamados al martirio, ‘todos, sin embargo, deben estar dispuestos a confesar a Cristo ante los hombres y a seguirlo por el camino de la cruz durante las persecuciones, que nunca faltan a la Iglesia’“. A continuación, el Vicario de Cristo subrayó el mensaje que los mártires ofrecen a los creyentes.
“Los mártires nos muestran que todo cristiano está llamado al testimonio de la vida, incluso cuando no llegue hasta el derramamiento de la sangre, haciendo de sí mismo un don a Dios y a los hermanos, a imitación de Jesús”, manifestó.
Francisco enfatizó que los mártires hoy son muchos más numerosos que en los primeros siglos de la Iglesia. Existen en el mundo muchas personas que, a causa de profesar la fe cristiana, son expulsados de la sociedad o van la cárcel. Por lo tanto, no debemos asumir que la realidad del martirio cristiano es algo que ya quedó en el pasado.
“Hoy hay persecuciones contra los cristianos en el mundo, muchos, muchos. Son más los mártires de hoy que los de los primeros tiempos. Los mártires nos muestran que todo cristiano está llamado al testimonio de la vida, también cuando no llega al derramamiento de la sangre, haciendo de sí mismo un don a Dios y a los hermanos, imitando a Jesús”.
Puso como ejemplo a las Hermanas Misioneras de la Caridad, quienes ofrecen asistencia a ancianos enfermos y a personas con discapacidad en Yemen, donde son perseguidas. “Algunas de ellas han sufrido el martirio, pero las otras siguen, arriesgan la vida y van adelante. Acogen a todos, de cualquier religión, porque la caridad y la fraternidad no tiene confines. En julio de 1998 Sor Aletta, Sor Zelia y Sor Michael, mientras volvían a casa después de la misa fueron asesinadas por un fanático, porque eran cristianas. Más recientemente, poco después del inicio del conflicto todavía en curso, en marzo de 2016, Sor Anselm, Sor Marguerite, Sor Reginette y Sor Judith fueron asesinadas junto a algunos laicos que las ayudaban en la obra de la caridad entre los últimos. Son los mártires de nuestro tiempo”, afirmó.
Por esa razón, Francisco concluyó su catequesis rezando para que los cristianos nunca se cansen de testimoniar el Evangelio, incluso en tiempo de tribulación. “Que todos los santos y las santas mártires sean semillas de paz y de reconciliación entre los pueblos por un mundo más humano y fraterno, esperando que se manifieste en plenitud el Reino de los cielos, cuando Dios será todo en todos”, concluyó.