La forma en que la libertad se realiza en el amor y la caridad fue el tema central de la catequesis que el Papa Francisco desarrollo en la audiencia general de hoy, en la que continuó reflexionando en torno a la carta que san Pablo dirigió a los Gálatas. A partir de la lectura de Gal 5,13-14, el Santo Padre explicó la importancia de que la libertad que nos fue donada por Cristo no se exprese a través del individualismo, sino que a través del encuentro con el otro, en la medida de que la libertad nace del amor de Dios y crece en la caridad.
El Pontífice comenzó su catequesis reafirmando la novedad que Pablo transmitió a los cristianos a través de su escrito: renacidos en Cristo, hemos pasado de una religiosidad hecha de preceptos a la fe viva, que tiene su centro en la comunión con Dios y con los hermanos, es decir, en la caridad. Por lo tanto, sostuvo, “hemos pasado de la esclavitud del miedo y del pecado a la libertad de los hijos de Dios”.
De este modo, el Apóstol afirma que la la libertad está lejos de ser un vivir libertino, según la carne o el instinto, los deseos individuales y los propios impulsos egoístas y, por el contrario, se trata de estar al servicio de los demás, para la plena realización de la fe que Cristo nos legó. “La verdadera libertad, en otras palabras, se expresa plenamente en la caridad. Una vez más nos encontramos delante de la paradoja del Evangelio: somos libres en el servir, no en el hacer lo que queremos. Somos libres en el servir, y ahí viene la libertad; nos encontramos plenamente en la medida en que nos donamos. Nos encontramos plenamente a nosotros en la medida en que nos donamos, tenemos la valentía de donarnos; poseemos la vida si la perdemos”, sostuvo el Papa.
Francisco luego explicó que el amor de Cristo es lo que nos ha liberado y, por lo tanto, no puede haber libertad si no hay amor. Pero no se trata de la libertad egoista del hacer lo que quiero porque, sostuvo, ese tipo de libertad se vuelve esclava de sí misma. “Es el amor de Cristo que nos ha liberado y también es el amor que nos libera de la peor esclavitud, la del nuestro yo; por eso la libertad crece con el amor. Pero atención: no con el amor intimístico, con el amor de telenovela, no con la pasión que busca simplemente lo que nos apetece y nos gusta, sino con el amor que vemos en Cristo, la caridad: este es el amor verdaderamente libre y liberador”, precisó el Santo Padre.
De este modo, y siguiendo las palabras del Apóstol, el Papa planteó que la libertad del “hacer lo que me da la gana” es una libertad vacía, que no funciona. “Cuántas veces, después de haber seguido solo el instinto, nos damos cuenta de quedar con un gran vacío dentro y haber usado mal el tesoro de nuestra libertad, la belleza de poder elegir el verdadero bien para nosotros y para los otros. Solo esta libertad es plena, concreta, y nos inserta en la vida real de cada día. La verdadera libertad nos libera siempre, sin embargo cuando buscamos esa libertad de “lo que me gusta y no me gusta”, al final permanecemos vacíos”, añadió.
La libertad, para no ser egoísta, debe estar guiada por el amor para no convertirse en algo estéril que no dé fruto. Así lo sostiene Francisco: “Esta es la regla para desenmascarar cualquier libertad egoísta. También a quien está tentado de reducir la libertad solo a los propios gustos, Pablo le pone delante de la exigencia del amor. La libertad guiada por el amor es la única que hace libres a los otros y a nosotros mismos, que sabe escuchar sin imponer, que sabe querer sin forzar, que edifica y no destruye, que no explota a los demás para su propia conveniencia y les hace el bien sin buscar su propio beneficio”.
La libertad, entonces, debe estar al servicio de los otros. Y puso como ejemplo la experiencia de Pablo, a quien los Apóstoles le dieron la libertad para actuar ponìendole solo una condición: acordarse de los pobres. “Esto es interesante. Cuando después de esa lucha ideológica entre Pablo y los apóstoles se pusieron de acuerdo, los apóstoles le dijeron: “Sigue adelante, sigue adelante y no te olvides de los pobres”, es decir que tu libertad de predicador sea una libertad al servicio de los otros, no para ti mismo, para hacer lo que te gusta”, dijo el Obispo de Roma.
Finalmente, el Papa confrontó el concepto de libertad de Pablo con la idea de “mi libertad termina donde empieza la tuya”. Frente a esa afirmación, el Pontífice manifestó que ella responde a “una visión individualista. Sin embargo, quien ha recibido el don de la liberación obrada por Jesús no puede pensar que la libertad consiste en el estar lejos de los otros, sintiéndoles como molestia, no puede ver el ser humano encaramado en sí mismo, sino siempre incluido en una comunidad. La dimensión social es fundamental para los cristianos, y les consiente mirar al bien común y no al interés privado”.
En consecuencia, es fundamental redescubrir hoy la dimensión comunitario de la libertad, de una libertad que no solo se trata de pensar en mí, sino de estar al servicio de los demás. “La pandemia nos ha enseñado que necesitamos los unos de los otros, pero no basta con saberlo, es necesario elegirlo cada día concretamente, decidir sobre ese camino. Decimos y creemos que los otros no son un obstáculo a mi libertad, sino que son la posibilidad para realizarla plenamente. Porque nuestra libertad nace del amor de Dios y crece en la caridad”. Con esa afirmación el Papa cerró su catequesis.