En la Audiencia General de este segundo miércoles de octubre, el Papa Francisco desarrolló su catequesis reflexionando sobre el Espíritu Santo y la Iglesia en el libro de los Hechos de los Apóstoles. De acuerdo al Santo Padre, en este texto, el evangelista Lucas destaca la misión universal de la Iglesia como signo de una nueva unidad entre todos los pueblos. Por tanto, se dan dos movimientos: la universalidad y la unidad. Vale decir: por una parte, el Espíritu Santo impulsa a la Iglesia a abrir las puertas y salir para anunciar el Evangelio a todos y, por otra, reúne a la comunidad íntimamente en torno a Cristo; siendo este el “vínculo de unidad”.
“De este modo, Lucas quiso destacar la misión universal de la Iglesia como signo de una nueva unidad entre todos los pueblos. De dos maneras vemos que el Espíritu trabaja por la unidad: por un lado, empuja la Iglesia hacia el exterior, para que pueda acoger a cada vez más personas y pueblos; por otro, la reúne en su interior para consolidar la unidad alcanzada. Le enseña a extenderse en la universalidad y a recogerse en la unidad. Universal y una: este es el misterio de la Iglesia”, manifestó el Pontífice.
Francisco graficó luego el concepto de universalidad con un ejemplo tomado del capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles, que se refiere a la conversión de Cornelio. “El día de Pentecostés, los Apóstoles habían anunciado a Cristo a todos los judíos y a los observantes de la ley mosaica, cualquiera que fuera el pueblo al que pertenecieran. Fue necesario otro «Pentecostés», muy similar al primero, el de la casa del centurión Cornelio, para inducir a los Apóstoles a ampliar el horizonte y derribar la última barrera, la que separaba a judíos y paganos”, explicó.
También puso como ejemplo la vez en que el Apóstol Pablo quizo proclamar el Evangelio en una nueva región de Asia Menor, pero no pudo hacerlo. “Está escrito, «el Espíritu Santo se lo impidió»; quiso pasar a Bitinia «pero el Espíritu Santo no se lo permitió». Se descubre a continuación la razón de estas sorprendentes prohibiciones del Espíritu: la noche siguiente, el Apóstol recibe en sueños la orden de ir a Macedonia. El Evangelio salía así de su región natal, Asia, y entraba en Europa”, precisó.
Respecto a la unidad, el Santo Padre tomó como referencia el capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles, en el desarrollo del llamado Concilio de Jerusalén, en el cual se generó el problema de cómo conseguir que la universalidad alcanzada no comprometiera la unidad de la Iglesia. Y esto, de acuerdo al Obispo de Roma, el Espíritu Santo lo logró con un trabajo discreto, respetando los tiempos y las diferencias humanas, pasando a través de las personas y las instituciones, la oración y la confrontación.
“De una forma, diríamos hoy, sinodal. Esto es lo que ocurrió, de hecho, en el Concilio de Jerusalén, para la cuestión de las obligaciones de la ley mosaica que debían imponerse a los conversos del paganismo. Su solución fue anunciada a toda la Iglesia con las palabras que conocen bien: «Fue el parecer del Espíritu Santo y el nuestro…»”, afirmó.
No obstante, Francisco precisó que alcanzar y mantener la unidad en la Iglesia no es fácil, como sucede también en otros ámbitos. “La unidad de la Iglesia es la unidad entre las personas, y no se consigue estableciendo un plan, sino en la vida. Se realiza en la vida. Todos queremos la unidad, todos la deseamos desde lo más profundo de nuestro corazón; sin embargo, es tan difícil de conseguir que, incluso dentro del matrimonio y de la familia, la unidad y la concordia son de las cosas más difíciles de alcanzar y aún más de mantener”, dijo.
El Papa concluyó su catequesis reafirmando la siguiente idea: “La unidad de Pentecostés, según el Espíritu, se consigue nos esforzamos por poner a Dios, y no a nosotros mismos, en el centro. La unidad de los cristianos también se construye así: no esperando que los demás se unan a nosotros allí donde estamos, sino avanzando juntos hacia Cristo. Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a ser instrumentos de unidad y de paz”.