El Papa Francisco dedicó la catequesis de este 14 de febrero a un vicio poco conocido, pero muy importante: la acedia. Ante los peregrinos de todo el mundo, reunidos en el Aula Pablo VI, el Santo Padre explicó que, en la lista de vicios capitales, este término se sustituye comúnmente por el de pereza, aún cuando, precisó, la pereza es uno de los efectos de la acedia. A su modo de ver, el vicio de la acedia es una tentación muy peligrosa, que nos lleva a ver todo gris, monótono, aburrido. Puede incluso inducirnos a abandonar el buen camino emprendido y hacernos perder el sentido de la propia existencia.
“Quien cae víctima de este vicio es como si estuviera aplastado por un deseo de muerte: todo le disgusta; la relación con Dios se le vuelve aburrida; y también los actos más santos, los que le habían calentado el corazón, ahora, le parecen completamente inútiles. La persona empieza a lamentar el paso del tiempo y la juventud que queda irremediablemente atrás”, explicó el Pontífice.
Franciscó manifestó a los presentes que la acedia es llamada comúnmente “el demonio del mediodía”, por cuanto atrapa en mitad del día, cuando la fatiga está en su ápice y las horas restantes del día parecen monótonas, imposibles de vivir, operando en forma semejante a la depresión, tanto desde el punto de vista psicológico como filosófico.
“Para quienes están atenazados por la acedia, la vida pierde su sentido, rezar es aburrido, cada batalla parece carecer de significado. Las pasiones que alimentamos en la juventud ahora nos parecen ilógicas, sueños que no nos hicieron felices. Así que nos dejamos llevar y la distracción, el no pensar, parecen ser la única salida: a uno le gustaría estar aturdido, tener la mente completamente vacía… Es un poco como morir anticipadamente, y es feo”, señaló.
El Papa explicó que los maestros de espiritualidad ofrecen diversos remedios para combatir este vicio, siendo a su juicio el más importante uno que denominó como “la paciencia de la fe”. ¿A qué se refiere con esto? Pues a que cuando una persona se encuentre bajo el yugo de la acedia, es necesario que persevere en la presencia de Dios, acogiendo las situaciones difíciles tal como se presentan “aquí y ahora”. En esos momentos oscuros —que incluso los santos han experimentado— es preciso ser pacientes, aceptando nuestra pobreza y confiando siempre en Jesús, que nunca nos abandona.
“La fe atormentada por la prueba de la acedia no pierde su valor. Al contrario, es la fe verdadera, la humanísima fe que, a pesar de todo, a pesar de la oscuridad que la ciega, sigue humildemente creyendo. Es esa fe que permanece en el corazón, como las brasas bajo las cenizas. Siempre permanece. Y si alguno de nosotros cae en este vicio o en la tentación de la acedia, que intente mirar en su interior y custodiar las brasas de la fe: así es como se sigue adelante”, manifestó el Obispo de Roma.
Al final de la audiencia general, en su saludo a los fieles en italiano, el Papa Francisco se refiere, entre otras cosas, a la Cuaresma que comienza hoy, llamando la atención en particular sobre el sufrimiento causado por las guerras.
“Hagamos de este tiempo una ocasión de conversión y de renovación interior en la escucha de la Palabra de Dios, en la atención a nuestros hermanos y hermanas que necesitan, necesitan tanto. Y aquí no olvidemos nunca a la atormentada Ucrania y a Palestina e Israel que tanto sufren. Recemos por estos hermanos y hermanas que sufren la guerra. Sigamos adelante en este proceso de conversión, en la escucha de la Palabra de Dios, en la atención a nuestros hermanos y hermanas necesitados, y sigamos adelante intensificando la oración, especialmente para pedir la paz en el mundo”, dijo el Papa, para luego dirigirse a los fieles de habla española: “Los invito durante este tiempo a acompañar a Jesús en el desierto con la oración, el ayuno y la limosna, dando testimonio de la fe con alegría y humildad. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide”.