“La oración de los justos” fue el tema de la catequesis del Papa Francisco en la Audiencia General del miércoles 27 de mayo. “El plan de Dios para la humanidad es bueno, pero en nuestra vida diaria experimentamos la presencia del mal“, dijo Francisco.
El Papa repasó algunos de los relatos del Génesis, para ejemplificar cómo la presencia del mal acecha a la creación de Dios. Comienza con Adán y Eva, quienes “dudan de las intenciones benévolas de Dios, pensando que se trate de una deidad envidiosa que impide su felicidad”; luego continúa con Caín, quien ve a su hermano Abel como un rival. “El mal se asoma a su corazón y Caín es incapaz de dominarlo”, dice el Papa. Y sigue con la descendencia de Caín y el cántico de Lamec, donde se habla de la venganza: “Caín será vengado siete veces, mas Lámek lo será setenta y siete”.
Pero en paralelo, también es posible descubrir en el Antiguo Testamento otra historia, una que nos habla de esperanza y redención a través de Abel, Enoc y Noé. “Aunque casi todos se comportan de manera atroz, haciendo del odio y de la conquista el gran motor de los asuntos humanos, hay personas capaces de rezar a Dios con sinceridad, capaces de escribir de manera diferente el destino del hombre“, subraya Francisco.
“Leyendo estas narraciones, se tiene la impresión de que la oración es el dique, el refugio del hombre ante la ola de maldad que crece en el mundo. Si nos fijamos bien, también rezamos para ser salvados de nosotros mismos. Es importante rezar: Señor, por favor sálvame de mí mismo, de mis ambiciones, de mis pasiones“, dice el Papa.
Son “hombres que trabajan por la paz” porque la oración, cuando es auténtica, “está libre de los instintos de violencia y es una mirada dirigida a Dios“: la oración “atrae el poder de Dios“, que da vida y hace renacer.
Y en ese sentido es enfático al resaltar el valor de la oración: “La oración es una cadena de vida, siempre: muchos hombres y mujeres que rezan, siembran la vida. La oración siembra vida, la pequeña oración: por eso es tan importante enseñar a los niños a rezar”. Francisco también resalta que “la oración cultiva prados de renacimiento en lugares donde el odio del hombre solo ha sido capaz de ensanchar el desierto. Y la oración es poderosa, porque atrae el poder de Dios y el poder de Dios da siempre vida; siempre. Es el Dios de la vida y hace renacer”.
El camino de Dios, por lo tanto, pasa por este “resto” de humanidad que no se ajusta a la ley del más fuerte, sino que pide a Dios que transforme el corazón de piedra en el corazón de carne. “Se necesita mucha humanidad – concluye el Papa – y, con humanidad, se reza bien“.