La audiencia que el Papa hace todos los miércoles regresó esta semana a la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, lugar desde el cual se emitieron hasta el 26 de agosto, como medida de prevención ante el riesgo de contagio por el Coronavirus. Desde ahí, Francisco continuó desarrollando su ciclo de catequesis sobre la oración, esta vez abordando el tema “Jesús, maestro de oración”, a partir de la lectura de Mc 1,32.34-38.
De este modo, el sucesor de Pedro explicó como, a lo largo de su vida pública, Jesús recurría permanentemente a la fuerza de la oración, como una forma de reposar en la Comunión trinitaria y volver con el Padre y el Espíritu, momentos en los cuáles se retiraba a lugares apartados para rezar.
“La oración de Jesús es una realidad misteriosa, de la que intuimos solo algo, pero que permite leer en la justa perspectiva toda su misión. En esas horas solitarias – antes del alba o en la noche-, Jesús se sumerge en su intimidad con el Padre, es decir en el Amor del que toda alma tiene sed”, señaló el Papa.
Citando el Catecismo, que en el número 2607 señala que “con su oración, Jesús nos enseña a orar”, el Santo Padre manifestó que “la oración es el timón que guía la ruta de Jesús”, por cuanto, dijo Francisco, “las etapas de su misión no son dictadas por los éxitos, ni el consenso, ni esa frase seductora “todos te buscan”. La vía menos cómoda es la que traza el camino de Jesús, pero que obedece a la inspiración del Padre, que Jesús escucha y acoge en su oración solitaria”.
Por lo tanto, en la actitud de Jesús es posible descubrir una primera característica de la oración. En palabras del Papa: “posee una primacía: es el primer deseo del día, algo que se practica al alba, antes de que el mundo se despierte”. Y junto a ello, el Obispo de Roma sostiene que la oración, entonces, se transforma en una escucha y un encuentro con Dios, en los que el hombre puede poner los obstáculos de la vida diaria en manos del Señor y descubrir cuál es el llamado que Dios hace al hombre a través de ellos.
“Los problemas de todos los días, entonces, no se convierten en obstáculos, sino en llamamientos de Dios mismo a escuchar y encontrar a quien está de frente. Las pruebas de la vida cambian así en ocasiones para crecer en la fe y en la caridad. El camino cotidiano, incluidas las fatigas, adquiere la perspectiva de una “vocación”. La oración tiene el poder de transformar en bien lo que en la vida de otro modo sería una condena; la oración tiene el poder de abrir un horizonte grande a la mente y de agrandar el corazón”, dijo el Santo Padre.
Una segunda característica que se desprende de la oración de Jesús es que se trata de un arte para practicar con insistencia. “Todos somos capaces de oraciones episódicas, que nacen de la emoción de un momento; pero Jesús nos educa en otro tipo de oración: la que conoce una disciplina, un ejercicio y se asume dentro de una regla de vida. Una oración perseverante produce una transformación progresiva, hace fuertes en los períodos de tribulación, dona la gracia de ser sostenidos por Aquel que nos ama y nos protege siempre”, expresó el Papa.
La soledad es otra característica de la oración de Jesús. Pero, expuso el Vicario de Cristo, no se trata de evadir el mundo a través de la soledad, sino de hacerla en lugares en donde se puedan apagar las voces del mundo para escuchar lo que Dios nos tiene que decir, considerando que, por sobre todo, Él nos habla a través del silencio.
“Toda persona necesita de un espacio para sí misma, donde cultivar la propia vida interior, donde las acciones encuentran un sentido. Sin vida interior nos convertimos en superficiales, inquietos, ansiosos – ¡qué mal nos hace la ansiedad! Por esto tenemos que ir a la oración; sin vida interior huimos de la realidad, y también huimos de nosotros mismos, somos hombres y mujeres siempre en fuga”, precisó Francisco.
Y, finalmente, el Obispo de Roma describió cómo en la oración de Jesús podemos encontrar el lugar en donde se percibe que todo viene de Dios y a Él regresa, de modo que, a través de ella, se puede situar al hombre en la dimensión adecuada, en su relación con Dios y la Creación.
“La oración de Jesús finalmente es abandonarse en las manos del Padre, como Jesús en el huerto de los olivos, en esa angustia: “Padre si es posible…, pero que se haga tu voluntad”. El abandono en las manos del Padre. Es bonito cuando nosotros estamos inquietos, un poco preocupados y el Espíritu Santo nos transforma desde dentro y nos lleva a este abandono en las manos del Padre: “Padre, que se haga tu voluntad”, afirmó el Papa, para finalizar invitando a los cristianos a redescubrir en el Evangelio a “Jesucristo como maestro de oración”, y a seguir su ejemplo. “Les aseguro que encontraremos la alegría y la paz”, concluyó.