Jesús, modelo y alma de toda oración fue el tema sobre el que versó la Catequesis del Papa, desarrollada hoy miércoles en Roma, en el Patio de San Dámaso del Palacio Apóstolico. En ella, el Santo Padre recorrió varios pasajes del Evangelio, con el fin de describir la importancia que tuvo la oración en momentos clave de la vida de Cristo. También sirvieron para comprender un aspecto fundamental que los cristianos no pueden olvidar: el amor y la oración de Jesús por cada uno de nosotros nunca cesa ni se debilita.
En primer lugar, relató la importancia que tuvo la oración en la relación entre Jesús y sus discípulos, por cuanto, tras retirarse a orar y dialogar con Dios, elige a aquellos que formarían parte de su círculo más cercano. “Jesús los elige después de una noche de oración. Parece que no haya otro criterio en esta elección si no es la oración, el diálogo de Jesús con el Padre. A juzgar por cómo se comportarán después esos hombres, parecería que la elección no fue de las mejores porque todos huyeron, lo dejaron solo antes de la Pasión; pero es precisamente esto, especialmente la presencia de Judas, el futuro traidor, lo que demuestra que esos nombres estaban escritos en el plan de Dios”, sostuvo el Pontìfice.
JESUS REZA POR NOSOTROS
Francisco continuó explicando que Jesús se convirtió en maestro y amigo de sus discípulos, llevándolos siempre en su corazón, preocupándose por ellos aún en sus errores y caídas, dispuesto siempre a esperar pacientemente la conversión de cada uno. Y esto lo graficó a través de lo que le dijo a Pedro durante la Última Cena: “¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos”.
Dicha escena sirve para comprender que la oración de Jesús por nosotros no cesa, sino que se hace más intensa, colocándonos en el centro de su oración. “Debemos recordar siempre esto: Jesús está rezando por mí, está rezando ahora ante el Padre y le está mostrando las heridas que trajo consigo, para que el Padre pueda ver el precio de nuestra salvación, es el amor que nos tiene. Y en este momento que uno de nosotros piense: ¿Jesús está rezando ahora por mí? Sí. Es una gran seguridad que debemos tener”, manifestó el Papa.
LA ORACIÓN COMO FUENTE DE LUZ Y FUERZA
El Santo Padre continuó su Catequesis señalando que las grandes decisiones en la vida de Jesús fueron precedidas por la oración, por ejemplo, en la escena en que verifica la fe de los Apóstoles preguntándoles “ustedes, ¿quiénes dicen que soy?”, o en la Transfiguración, cuando se manifiesta ante ellos. Ambos momentos ocurrieron luego que Jesús se retirara a orar, ya sea a solas o en compañía de algunos de los Doces.
Por ejemplo, en la Transfiguración, Francisco precisa que “esta manifestación anticipada de la gloria de Jesús tuvo lugar en la oración, mientras el Hijo estaba inmerso en la comunión con el Padre y consentía plenamente en su voluntad de amor, en su plan de salvación. Y de esa oración salió una palabra clara para los tres discípulos implicados: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle»”. De la oración viene la invitación a escuchar a Jesús, siempre de la oración”.
Por lo tanto, prosiguió el Papa, “las grandes decisiones en la misión de Jesús están siempre precedidas de la oración, pero no de una oración, así, en passant, sino de la oración intensa y prolongada. Siempre en esos momentos hay una oración”. A su modo de ver, estas situaciones reflejan que “la oración es la única fuente de luz y fuerza”, por lo que, ante las dificultades de la vida, es necesario “rezar más intensamente, cada vez que el camino se empina”.
En ese sentido, el Vicario de Cristo enfatizó que siempre tenemos que tener presente que “lo que nos sostiene a cada uno de nosotros en la vida es la oración de Jesús por cada uno de nosotros, con nombre, apellido, ante el Padre, enseñándole las heridas que son el precio de nuestra salvación”.
“Aunque nuestras oraciones fueran solamente balbuceos, si se vieran comprometidas por una fe vacilante, nunca debemos dejar de confiar en Él. Yo no sé rezar, pero Él reza por mí. Sostenidas por la oración de Jesús, nuestras tímidas oraciones se apoyan en alas de águila y suben al cielo. No os olvidéis: Jesús está rezando por mí — ¿Ahora? — Ahora. En el momento de la prueba, en el momento del pecado, incluso en ese momento, Jesús está rezando por mí con tanto amor”, concluyó el Papa.